Es incomprensible que el lineamiento político y la codicia insaciable de un gobernante de estructura dictatorial e inmoral deje, como resultado de su prolongada gestión, varios desastres: económico, ético, estructural, de inseguridad.
El debilitamiento bélico, la ruptura institucional de las fuerzas armadas, la complaciente relación con la narco-guerrilla colombiana, la corrupción rampante e institucionalizada, constituyeron las semillas de la tragedia que enluta el alma del Ecuador consciente.
Capítulo triste que avergüenza a la especie humana, el canje de vidas honestas y trabajadoras de periodistas y soldados, por un salvoconducto para el narcotráfico continental y mundial. La droga es la esencia delictuosa que enriquece a los criminales corruptores de niños y jóvenes. La mente perturbada de estos vendedores de substancias adictivas, cataloga el valor de éstas en mucho más que el de las vidas, por valiosas que sean.
Hechos similares se han venido sucediendo, desde hace 50 años en la vecina Colombia, como escenario de la guerra interna que la azota. Se han efectuado esfuerzos por obtener la pacificación y una consecuencia de ella es el conflicto que hoy afecta a nuestro país. Por ello no es coherente que el presidente colombiano se esfuerce por encasillar el enfrentamiento como netamente ecuatoriano, aunque ofrece apoyo ilimitado para combatir conjuntamente a los delincuentes.
Que distinta manera de valorizar la vida; para nosotros, seres respetuosos y trabajadores, es el bien más valioso de la existencia, para ellos, un vínculo para coadyuvar en el tráfico y comercialización de las drogas, ya como transportadores, ya como espías o ya como rehenes para exigir condicionamientos o negociaciones.
Negociar con criminales, requiere de sabiduría, experiencia y mucho tino para salvar lo más valioso de esta trama, la vida de personas honestas, con familias dignas y destacadas fuentes laborales. Es un negocio desigual, por un lado, individuos honrados, por otro, delincuentes. Si lográramos rescatar a la gente valiosa y entregar maleantes, sin ceder en el resto de planteamientos y exigencias, habríamos culminado el capítulo con éxito, en la certeza que, muy posiblemente, las amargas situaciones vuelvan a presentarse y nos obliguen a ser coherentes para evitar que la dolorosa tragedia se repita y otros ecuatorianos sean las víctimas que enluten y llenen de dolor y sufrimiento a más familias y a una sociedad que hoy llora la ausencia de siete hijos: tres periodistas y cuatro militares. Conjuntemos afanes y esfuerzos para impedir que las acciones criminales extiendan tentáculos al resto de nuestra Patria y coagulemos la maldad y el terrorismo hermanándonos en una respuesta unificada y decidida de todos contra ese grupo que hiere y mata escondido y cobardemente camuflado.