Mahindra Rajapaksa, el presidente de Sri Lanka, cometió un grave error al llamar a elecciones anticipadas a inicios de este mes. A pesar de que todo indicaba que sería reelecto por una tercera vez, fue derrotado por su antiguo aliado Maithripala Sirisena, que ahora deberá desmontar todo un sistema de corrupción de un grupo y una familia que se creyeron eternos en el poder.
Sri Lanka es un país insular, antes conocido como Ceilán, con un área equivalente a la cuarta parte del Ecuador, con 20 millones de habitantes y ubicado al sur este de la India.
Rajapaksa había sido electo en 2005, posteriormente reelegido en 2010 y había tenido el descaro de modificar la Constitución de su país para derogar el límite de dos períodos para los presidentes. Y a pesar de que le quedaban dos años más en el período actual, él decidió adelantar las elecciones para así poder quedarse en el poder hasta el año 2021.
Luego de la derrota de los rebeldes “Tigres Tamiles” en 2009, lo que significó el fin de una cruenta guerra civil que afectaba a Sri Lanka desde 1983, Rajapaksa disfrutó de una altísima popularidad, incluso a pesar de las acusaciones de violaciones de derechos humanos, especialmente en las últimas semanas de la guerra contra los rebeldes.
Por eso fue fácilmente reelecto en 2010 y, quizás, por eso se sintió dueño del poder, algo similar a lo que pueden haber sentido sus familiares y otras personas que lo rodeaban. Y cuando alguien es tremendamente popular y se siente dueño del poder, es muy fácil que destruya los contrapesos de control democráticos y que abra la puerta a la corrupción de quienes le rodean, algo de lo que han sido acusados los familiares y amigos de Rajapaksa.
Pero los votantes ceilaneses pensaban distinto y en las elecciones del 8 de enero le dieron una estrecha victoria de 51% vs. 48% a Maithripala Sirisena, quien se ha comprometido a desmontar los excesivos poderes presidenciales y a reducir la corrupción que dice estar heredando de su antecesor.
El triunfo de Sirisena es una excelente noticia para la democracia porque rompe con una tendencia hacia más y más autoritarismo y, adicionalmente, abre una puerta hacia la reconciliación entre la mayoría cingalesa y la minoría tamil y se puedan curar las heridas aún abiertas de una guerra que se estima causó más de 60 000 muertes entre civiles, militares y rebeldes.
La India, Sri Lanka debe estar muy contenta de este cambio pues Rajapaksa había tenido una política de acercamiento con la China, el archienemigo de la India. Por su lado, la China, que había financiado la construcción de varios obras faraónicas en Sri Lanka (en parte para disgustar a los indios) va a tener que enfrentar las consecuencias de hacer tratos con líderes abusivos y autoritarios que, tarde o temprano, son expulsados del poder, ya sea por elecciones o por cualquier otro medio.