A poco menos de 40 días para que finalice el plazo de inscripción de los candidatos a la Presidencia y una vez descartada la participación del presidente, dada la transitoria agregada a las enmiendas constitucionales añadida por la presión de la ciudadanía, registrada a través de las encuestas, que demostraban el desagrado mayoritario ante la posibilidad de habilitar el cambio de reglas que habría permitido al primer mandatario optar por la reelección, empieza el momento de las definiciones y los pronunciamientos de los participantes sobre lo que serán sus programas de gobierno. La expectativa se dirige especialmente hacia lo que mencione el candidato oficial, dadas las dificultades por las que atraviesa la economía y el especial estilo en que se ha conducido al país durante la última década, en el que la agresión verbal y el maltrato a los que opinan de manera diferente y la pretensión de dominar todo el escenario, sin que se escuchen voces disonantes a la oficial, han estado al orden del día. Todas las miradas están pendientes de sus dichos, para conocer si esa manera de gobernar sería la que continuaría el candidato oficial en caso de arribar a Carondelet, o si se desmarca del libreto impuesto e impone su propio sello tanto en las formas como en el fondo; y, de ser ese el caso, cuáles serían los cambios propuestos, cuando nos encontramos urgidos de un golpe de timón.
También, en ese evento, los electores estarían atentos a la reacción oficial. No se sabe a ciencia cierta cuan profundas son las diferencias que, a puerta cerrada, existen en un grupo en el que le debe haber pasado factura el ejercicio tan extendido del poder. Habría que ver cuáles son las repercusiones internas ante los hechos de corrupción revelados por propios voceros del gobierno, si los mismos han pasado desapercibidos o si se les ha dado importancia.
Lo mínimo que se puede esperar de cualquier persona que aspire a la más alta magistratura de la nación, es que exprese la total indignación con lo sucedido y manifieste su compromiso de llevar adelante todas las medidas que estén a su alcance para que estos delitos encuentren sanción.
Es obvio que toda la ciudadanía condena estos hechos de corrupción. Pero ¿se comprometerán todos los candidatos a impulsar un proceso de fiscalización exigente que dé cuenta sobre el uso de los recursos públicos? En caso de encontrar actos reñidos con la ley ¿garantizarán que actuarán de manera que se pueda conducir ante la justicia a los responsables?
De igual forma, hay que obtener precisiones sobre lo que cada uno de ellos tenga en mente para aplicar en materia económica. Las ideas para salir del hoyo al que hemos sido conducidos, pero expresadas no como un repertorio de lugares comunes, sino los pasos exactos a seguir para superar las urgencias a las que nos hemos visto urdidos. Todo esto tendrá como actor adicional al que se alejará del poder, que no perderá oportunidad de polemizar con todo aquel que se pronuncie en términos que no sean de su agrado. Esto recién empieza.