Me refiero a los sordos. Algunos de mis amigos lo son y eso me ha llevado a meterme en Internet (que es como la antigua enciclopedia de los ilustrados, donde todo saber humano tiene cabida), a fin de aclararme yo mismo sobre el tema. Me he encontrado con un precioso texto de Pamela Molina, una mujer sorda que sueña con hacer del mundo un lugar para todos. Se trata de una mujer chilena, sorda desde la niñez, que ha aprendido a sobrevivir en una sociedad hecha por y para los oyentes.
Pamela se pregunta: “¿Seguiremos siendo personas viviendo en un aislamiento completo, ajenos a la información social?”. Ella es consciente de la doble marginalidad en la que se mueven las personas sordas: de una parte, la visión del oyente, que las considera seres incapaces; y, a la vez, ellos mismos, con su frustración a cuestas…
“¿Qué le ocurre a una persona sorda si, además, le ha tocado en suerte nacer mujer?” “¿Se qué herramientas puede echar mano para tener conciencia de sí, de su valor y de sus derechos, si está a merced de la manipulación informativa? ¿A quién le vamos a preguntar qué vinimos a hacer en esta tierra si apenas tenemos un lugar en ella?”.
Los interrogantes parecen un tanto derrotistas, pero no es así. Convencida de que la sordera no es una deficiencia, sino un signo de identidad, afirma, orgullosa de ser mujer: “Las batallas de la vida son ganadas no por la fuerza, sino por quienes creen en sí mismos y en que los sueños, con fe, son la manifestación de una posibilidad”.
Me ha parecido muy interesante el concepto de diversidad como una tarea para ejercer la ciudadanía y como un compromiso a favor de la propia vida. Lo importante es que no nos hagamos las víctimas de un sistema, de una sociedad que, por la pobreza de sus recursos o de sus planteamientos, puede ignorarnos. Lo importante es que hagamos de la diversidad una oportunidad para sacar adelante la vida. Quizá no como todo el mundo pero, al menos, con la misma pasión y con el mismo compromiso.
Parafraseando las palabras del Principito, podríamos decir que las cosas importantes solo se oyen con los oídos del corazón. Es en él, en el compromiso solidario de la vida, donde están las grandes verdades, las grandes mentiras, las oportunidades y las falencias. El resto… es cuestión de esfuerzo y de trabajo por entender y hacerse entender, por encontrar un lugar en el mundo que nos consienta ser personas.
Al filo del nuevo año, quisiera reivindicar el valor de la diferencia, el derecho que todos tenemos a disfrutar de un lugar en el mundo, en el que podamos saborear la felicidad.
Feliz Año Nuevo a todos, con la bendición de Dios. Y, muy especialmente en esta ocasión, a los amigos sordos, a todos los diferentes de este mundo, a los que Dios ama de forma entrañable.