Eso es lo que se debería obtener de quienes optan por el sillón presidencial. El electorado no puede continuar expectante, recibiendo exclusivamente sonrisas y escuchando frases hechas, sin que se precisen las decisiones básicas que cualquiera que llegue a Carondelet debe adoptar en sus primeros días. Nadie podrá escapar a una herencia nefasta que deja el gobierno en funciones, pero dependiendo de cómo se quiera enfrentar esa urgente situación, tener un atisbo de lo que se puede esperar de ese nuevo mandato que arrancará el año venidero. Temas concretos: ¿Cómo reducirán un déficit cercano al 10%del PIB? ¿De dónde saldrán los recursos para que el Estado cancele al Banco Central más de 4 mil millones que éste último le ha entregado con subterfugios financieros? ¿De qué manera cancelarán las cuentas con proveedores, contratistas del Estado y empresas públicas que tienen asfixiado al sector privado; y, por ende, con pocas probabilidades de arrancar en nuevos emprendimientos? ¿Cuál será la estrategia concreta para conseguir renegociar la abultada deuda externa, a fin de ampliar plazos y reducir sus tasas en el caso que los organismos de crédito sugieran ajustes presupuestarios? ¿Propondrán un plan de pagos a los municipios y prefecturas para ponerse al día con las transferencias y aportes adeudados?
No se pretende que nuevamente caigamos en el error de escuchar todo un baratillo de ofertas y que, al poco tiempo, todas queden incumplidas. Lo ideal sería que las propuestas tengan un asidero real. No es posible esperar que por más que un gobierno venidero muestre signos de apertura al capital foráneo, éste fluya en porcentajes más elevados que el experimentado en nuestros vecinos que llevan varios años en políticas que buscan atraer esos recursos. En esa materia, sería un logro importante si, como Colombia y Perú, se obtiene, en promedio, un 2 % del PIB por año de inversión extranjera. Esto significaría un poco más de 8 mil millones durante el nuevo período. Pero habría que consultar ¿cuáles serían las medidas concretas para poder cristalizar ese empeño y alcanzar ese nivel?
Dependiendo de las respuestas que se obtendrían y de la credibilidad de las mismas, los electores estaríamos en capacidad de adoptar una decisión más objetiva, a sabiendas que las propuestas no significarían necesariamente transitar por un sendero de rosas, sino que demandaría de enormes esfuerzos y disciplina ciudadana. Hay que entender que lo peor aún no ha pasado; y, mientras no se pongan en orden las cuentas fiscales a través de un programa consistente, sostenible y viable, que no tenga como propósito conseguir empréstitos de donde sea para tapar agujeros y pasar los aprietos de cualquier manera, la amenaza de un agravamiento de la situación está latente.
Capítulo aparte se requiere para plantear inquietudes sobre lo que los postulantes piensen acerca de la reinstitucionalización del Estado, para volver a tener una democracia funcionando y un sistema de justicia confiable e independiente.
¿Habrá espacio para el optimismo?