María Angélica Idrobo
Si tuviéramos que decidir cual fue la mujer más destacada del país en el siglo XX, no deberíamos buscar entre las escasas que participaron en la política o los negocios. La actividad en que descollaron fue la educación. Por ello, la mujer más notable de la pasada centuria debería ser una maestra. Aunque, como en otras actividades, allí también sufrieron exclusión y discriminación, con el impulso del laicismo y mucho esfuerzo lograron destacarse.
Si hay que nominar a una maestra, una figura descollante, sin que fuera la única, es María Angélica Idrobo, exponente de la mujer como profesora normalista y gestora de la educación. Nació en la parroquia San Pablo del Lago, cantón Otavalo, provincia de Imbabura, el 29 de julio de 1890. Se destacó en el aprendizaje de primeras letras y luego se trasladó a Quito para estudiar becada en el normal femenino. Allí se formaron sucesivas generaciones de maestras que asumieron el trabajo en la educación fiscal laica.
Apenas graduada de normalista, María Angélica se dedicó a la enseñanza. Adquirió práctica y conocimientos pedagógicos, que luego fueron profundizados cuando fue becada a Argentina y Uruguay para perfeccionarse en técnicas docentes y educativas avanzadas. Desde muy temprano desarrolló capacidades de organización y gestión. Fue así como fundó los liceos “Ariel de Guayaquil”, “Fernández Madrid” y “Simón Bolívar”, que se convirtieron en establecimientos públicos paradigmáticos.
Pero donde desplegó su mayor esfuerzo fue en el normal Manuela Cañizares de Quito. Bajo su dirección, el establecimiento, como todo el normalismo en el país, llegó a su mayor auge y prestigio. En su larga gestión como rectora, en medio del agudo enfrentamiento político, fue respetada por todos los gobiernos. Fue firme en la defensa del laicismo, pero no entró en conflicto con el clero, que también la respetó. Todos reconocían que fue una gran rectora y profesora de Cívica.
María Angélica Idrobo se destacó como escritora. Su obra más importante es “Homenaje a las Madres”. Fue activista pionera de la causa de las mujeres. Con su amiga y colega Zoila Ugarte, fundó la “Sociedad Feminista Luz de Pichincha”, de la que fue presidenta. También creó escuelas populares para mujeres. Siempre se mantuvo ligada a la educación. Murió en Quito el 26 de febrero de 1956.
El país reconoció muy pronto su valor y varios establecimientos educativos fueron bautizados con su nombre, entre ellos una importante escuela de Ibarra y un prestigioso colegio de Quito. En 1960 se le erigió un busto en la capital. Pero, siendo lo que fue, no se la incluyó entre los símbolos del maestro ecuatoriano, que por décadas solo eran varones. Situación paradójica, ya que precisamente fue en la educación donde más se destacaron las mujeres.