Algo comienza a oler mal en la esfera pública. Se destapan las alcantarillas del poder y un hedor empieza a empañarlo todo hasta volver el ambiente verdaderamente nauseabundo. Una semana es la plata escondida en los cajones y en los techos de la casa de uno de los funcionarios corruptos; otro día, otro de los cuarenta ladrones de Alí Babá, pagando buenas cantidades de dinero mal habido en “acompañantes” de lujo y, para que la historia quede completa, gastando en la pomposa fiesta de boda que le debía a la esposa para ocultar sus trapacerías.
Otro día es la Fulanita, que además se supone que impartía justicia, la mujer del “más mafioso”, borracha, dejando salir sapos y culebras de su boca, sazonada con la burda grabación de una llamada telefónica al mejor estilo de telenovela barata, amenazando a “la otra” para mostrarle su poder: ¡pum, pam!; y otro, el Mengano, golpeador de mujeres, retratado de cuerpo entero (y descamisado) sacando a una chica de su casa a empellones y, según la víctima, a golpes, por supuesto, también con cámaras ocultas (ambos protagonistas del desagradable incidente) con las que registran un par de escenas de la historia.
De esas alcantarillas empieza a salir un hedor insoportable. Intrigas, cámaras escondidas mostrando intimidades, violencia, chantajes, extorsión, soplones y fisgones. A esto se le añade amenazas de muerte, ejércitos de troles insultadores, asaltos, emboscadas y palizas. Y todo eso, además, replicado en redes sociales para comidilla del morbo, tuiteado y re-tuiteado y recogido en los medios de comunicación en páginas dignas de la peor crónica amarillenta.
Una oposición que, a falta de unidad en las ideas y propuestas de futuro, parece relamerse los bigotes frente al poco pudor y poca vergüenza de los funcionarios que, gracias al poder y al dinero de que han gozado en diez años, se han dado al “buen vivir” al mejor estilo de las narco-novelas que están tan de moda: comilonas, lujos, dinero, sexo, violencia, alcohol y piñatas…y, además, ¡fotos! ¡Como para tener bien entretenido al pueblo!
Demasiada porquería en el ambiente. De un lado, la poca vergüenza de los protagonistas de estas novelas baratas y burdas, de affaires grotescos de quienes suelen dar lecciones de moral, de violencias machistas de una falocracia que tiene al aparato estatal para defenderse. Del otro, el regocijo de una oposición que se hace la mojigata, que ni toma ni bebe ni baila pegado, que se escandaliza y que, a la vez, se deleita, con la publicación de cada uno de estos casos de podredumbre que se convierten, según parece, en la única arma eficaz contra el gobierno.
Algo huele cada vez peor y es de muy mal gusto. Y, como si fuera un chiste cruel, después de estas fétidas y pestilentes aguas que salen de las profundidades de las alcantarillas, ¿enserio se va a consultar al país sobre un pacto ético?