Me impresionó sobremanera escuchar hace un par de años lo que respondió en una entrevista el actor que tuvo que meterse en la cabeza y el alma de Pablo Escobar para interpretarlo en una de esas películas que alimentan el imaginario popular: ellos sienten que tienen poder sobre la muerte, que es el modo más extremo de gobernar la vida de los otros.
El hecho de tomar la vida de personas como una demostración de fuerza nos dice claramente qué clase de criminales está operando en la frontera con Colombia. No es un problema nuevo. El periodismo serio lo viene reportando sistemáticamente desde hace una veintena de años, incluso antes de que se firmara la paz con el Perú y se advirtiera que el problema del país estaría en el norte.
Cientos y cientos de notas se han publicado en este Diario desde entonces, reflejando siempre la problemática de la gente en la zona desde distintos ángulos, ya sea en las poblaciones de Sucumbíos, Esmeraldas o Carchi. Esa era nuestra obligación y esa sigue siendo nuestra obligación y la del periodismo ecuatoriano. Javier, Paúl y Efraín, junto a otro grupo de periodistas, fotógrafos y choferes, la venían cumpliendo de modo ordenado y siempre atentos a la situación cambiante.
El día fatídico entraron a territorio ecuatoriano con conocimiento de la autoridad militar y pasando por el retén respectivo. Querían seguir contando al país las historias que se convirtieron en páginas y páginas de buen periodismo durante las últimas semanas.
Les apasionaba lo que hacían y eran metódicos. Paúl tenía gran ojo para la composición fotográfica y sabía acercarse a sus personajes; hizo trabajos de gran calidad que le valieron numerosos premios. Javier era la personificación de la organización, el sentido de la responsabilidad y la precisión. A Efraín lo conocí menos, pero su profesionalismo y su buen ánimo eran admirados por todos.
Hoy, ellos y sus ganas de trabajar y de mapear el país, publicar libros, contar historias, ya no están. Pero estamos nosotros para honrar su memoria y, desde nuestras distintas responsabilidades, seguir haciendo lo que ellos nos habrían exigido: buen periodismo.
Quienes los estimamos como personas y profesionales, y a la vez respetamos el oficio como ejercicio democrático, tomamos su posta desde el comienzo de la tragedia. ‘No nos paramos’, era el grito repetido como un mantra por la redacción después de la confirmación de la triste noticia de su asesinato.
Javier, Paúl, Efraín: no pararemos. Sentimos que hay un país sensato que nos acompaña y que ya no quiere hacer la vista gorda sobre lo que hemos venido contando. Sentimos que podemos unirnos con otros medios nacionales y colombianos para hacer mejor nuestro trabajo. Sentimos que es nuestra obligación continuar haciendo periodismo, escribiendo el primer borrador de la historia.