Estoy en contacto, vía Whatsapp, con Yacu Pérez Guartambel, líder de la Ecuarunari que encabeza la marcha indígena en defensa del agua y la selva y en contra de los “delincuentes correístas –como lo dicen con todas sus letras– que no queden en la impunidad y se recuperen los dineros robados”. Una vez más son los indios quienes le lavan la cara a este país. Salieron de Zamora hace varios días y se acercan a Quito, tal como lo hicieron en agosto del 2015 cuando fueron el detonante de la inmensa manifestación a la que plegaron quiteños de todas las clases sociales y que culminó cuando la policía del déspota golpeó brutalmente a Pérez Guartambel y encarceló a su compañera, Manuela Picq.
Pero se suponía que las cosas habían cambiado. ¿Por qué marchan otra vez? La respuesta llega entrecortada: “El Gobierno ofreció archivar las concesiones mineras que no cumplieron con la consulta previa y no hay una respuesta concreta. No ha cambiado en absoluto la política extractivista de Correa, sigue profundizándose. Y es tan preocupante porque no hay futuro sin agua ni selva”.
Vienen con la Conaie, matriz de muchas de las organizaciones indígenas a las que los correístas persiguieron con saña. Uno se pregunta con qué cara dan clases en la Flacso, la U. Central o la Universidad de las Artes esos intelectuales que se dicen de izquierda y acolitaron felices tamaña barbaridad. Ubicados en el otro polo, el de la dignidad y el coraje, los indios caminan en defensa del traicionado Yasuní. Y para que no exista minería en las fuentes de agua y se restituya la educación intercultural bilingüe, aquel sistema que funcionaba integrado a las comunidades campesinas y al que destruyeron revolucionarios perversos en medio de los negociados de las escuelas del milenio.
Recordando ese atentado se podría filmar un video para el museo del glamour correísta: niños indígenas caminando kilómetros a la escuela, bajo el sol y la lluvia, mientras los reyes del mambo viajan en el jet presidencial a comprar Honoris Causa y cenar en París. Pero lo que ahora veo en el Whatsapp es a Yacu Pérez, quien se pagó la carrera de Leyes trabajando como músico en las fiestas de las comunidades, que toca el saxofón mientras los danzantes cantan: “¡Ni Correa ni Moreno matarán el Yasuní!”.
Quizá el Presidente escuche el clamor de esas calles por donde no circula el carrazo que compró Campana. La Amazonía es el último pulmón del mundo y los indios sus últimos guardianes. En una entrevista anterior, Pérez me había dicho que “en la cloaca correísta, una enorme dosis de corresponsabilidad la tiene la izquierda ecuatoriana por haber apoyado sin beneficio de inventario”. Por ello, “el movimiento indígena es un movimiento de los de abajo que buscan liberarse de los de izquierda y de los de derecha”. Ojalá lo logren.