“Hemos conocido y votado sobre la aprobación del informe de mayoría, sobre la aprobación del informe de minoría, incluso sobre el archivo del proyecto de ley. Y luego de que ninguna de estas ha alcanzado la votación necesaria para ser aprobadas, procedo a clausurar la presente sesión” y con la lectura de esas palabras de su Presidenta, terminó la sesión de la Asamblea en la que se trató la reforma tributaria.
Lo dicho por la señora Llori era perfecto. Parecía sacado de un libro de texto de derecho constitucional. Dejaba todo, absolutamente todo, listo para que el presidente Lasso diga: “y en consecuencia la ley entra por el ministerio de la ley”. Y teníamos una reforma tributaria tal cual la había propuesto el Ejecutivo.
Las palabras “perfectas” de la señora Llori son solo uno de los múltiples indicios que permiten dudar del compromiso de la mayoría de asambleístas de rechazar la reforma.
La teoría es la siguiente: en el fondo de sus corazones, los honorables sabían que la reforma era tan agria como necesaria. Tan políticamente indigerible como económicamente ineludible. Entonces, la manera de que entrara en vigencia era armando la gran pantomima de un “rechazo fallido”. Así, todos (menos el gobierno) quedaban libres del odioso mote de “impuesteros” y sólo el ejecutivo cargaba con el lastre político de hacer reformas impopulares.
Otros indicios que apuntan en esa dirección es que a nadie se le ocurrió armar escándalo luego de la última votación. Lo último que votó la Asamblea el viernes antepasado fue el archivo de la ley. La moción no tuvo “la votación necesaria” y la sesión se clausuró.
Si los asambleístas realmente hubieran querido torpedear a toda costa la entrada en vigencia de la ley, deberían haber pedido una reconsideración de la votación, para luego salir a los medios a gritar por todo lado que había una “conspiración” y así hacerle más difícil a la gente de UNES volver a abstenerse en la reconsideración. Pero no lo hicieron. Y no fue por error, porque muchos asambleístas son experimentados conocedores de la mecánica legislativa y saben ese y mil trucos más. No lo hicieron porque no quisieron (porque tontos no son).
Y ahora se rasgan las vestiduras y amenazan con demandas ante la Corte Constitucional, donde el Ejecutivo, en caso de que necesitara defenderse, tendría ganadísimo el caso con la sola presentación del primer párrafo de este artículo. Para hacer más show, hasta anuncian que propondrán una ley para derogar la reforma tributaria, cuando sólo el Ejecutivo tiene la iniciativa de modificar impuestos.
Al menos, dado que los asambleístas no cargan con lastres políticos, hay una ventana para que, ahora dando la cara, aprueben otras reformas necesarias. Ya van a ver.