No hay nada más doloroso que la falta de consciencia o como llamarían los creyentes, nada más doloroso que la falta de caridad cristiana. Solamente en 2016, alrededor de 25 400 adolescentes entre 15 y 19 reportaron embarazos no deseados en el sistema de salud pública. Entre el 2009 y el 2016, 17 443 niñas menores de 14 años dieron a luz, según el INE. Un promedio de 2 100 niñas de esta misma edad están dando a luz en el Ecuador cada año. Eso sin contar con los miles de niños y adolescentes violados casi en la misma proporción que las niñas. A todos nos debería poner la carne de gallina estas estadísticas. Nos debería pasar un sudor frío de angustia y conmiseración por tantas vidas tan tempranamente truncadas de sueños, ilusiones y metas, por no decir su salud mental y sentimental. Más cuando muchos de esos embarazos son fruto de violación e incesto.
Las salidas a crisis como ésta están científicamente probadas en todo el mundo desarrollado y pasan por el acceso a la información, a la educación sexual progresiva desde los seis años y acceso libre y sin restricciones a los servicios de salud de niños, niñas y adolescentes. Esta es la primera gran barrera que previene y alerta frente al abuso y que debería poner a todas las entidades del Estado –tanto de Salud como de Justicia- para reducir al mínimo el abuso sexual y la violación.
¡Cosa increíble! Ecuador todavía lo debate. No terminó siquiera de aparecer una sentencia de la Corte Constitucional garantizando la obligación del Estado de proveer la información, la educación y el acceso a los servicios de salud, cuando una marea bien conectada de grupos obsesionados con la tristemente célebre frase de #Conmishijosnotemetas creó una ola en contra. Parece que todas estas cifras dolorosas no significan nada para ellos, que no incentivan siquiera un mínimo de caridad cristiana –para hablar en sus términos- pues la mejor defensa para los menores vulnerables es que haya múltiples canales de educación en todos los niveles de aprendizaje y acceso a salud sexual y reproductiva. La paradoja mayor es que son los mismos grupos que están en contra del aborto y que en lugar de prevenirlo, optan por usar la fe de millones y su acceso privilegiado cada domingo, en cada misa, en cada parroquia para difundir una campaña de desinformación absurda que justamente va en contra de lo que dicen defender: la vida.
La educación sexual y el libre acceso a anticonceptivos es lo mínimo que todo Estado decente debe hacer para prevenir la tragedia del abuso sexual y los embarazados no deseados en menores. Es más, si quisieran defender las vidas que ya están aquí en la tierra, deberían dar inmediatamente paso a la propuesta de despenalización del aborto por violación que se acaba de presentar en la Comisión de Justicia de la Asamblea. Y estamos apenas hablando de mínimos aceptables en términos de derechos o no salimos como país.