El Ecuador llegó a un acuerdo con el FMI para acceder a un financiamiento ampliado por USD 6500 millones. El programa, que será aprobado formalmente la próxima semana, es inédito y permitirá mitigar los efectos económicos y sociales de la pandemia. La mayoría de analistas ha mostrado su respaldo a este acuerdo. En contraste, otro sector lo ha criticado pues, en su criterio, impondría condiciones lesivas y propiciaría la fuga de capitales. Incluso hay quienes han pedido la salida del FMI. Esto último es posible, pero existen al menos dos maneras de hacerlo: tuve la oportunidad de conocer muy de cerca ambas.
En 2002, el representante residente del FMI en Venezuela me llamó y me dijo: “Fidel, me voy. Este país no nos necesita. No tenemos nada qué hacer. Chao.” La situación económica en Venezuela era ya insostenible, pero no había voluntad de implementar políticas económicas para corregirla. En esas circunstancias, no había espacio para el FMI. Una década de altos precios del petróleo ayudó a mantener ese modelo, pero al final el manejo económico inconsistente le pasó factura a Venezuela con los resultados conocidos.
En 2011, el representante residente del FMI en el Perú me llamó y me dijo: “Fidel, me voy. Este país no nos necesita. No tenemos nada qué hacer. Chao.” Luego de haber estado al borde de ser un estado fallido, con la peor hiperinflación y colapso económico en su historia, el Perú logró estabilizar su economía y retomar el crecimiento económico, con sus cuentas fiscales consolidadas y un nivel de deuda pública que está entre los más bajos de América Latina. En esas circunstancias, ya no necesitaba más programas con el FMI.
Los dos países dejaron de tener oficinas del FMI, pero lo hicieron de manera muy diferente. Cuando coloquialmente se menciona sacar al FMI de la política económica nacional, no significa salirse de esta institución. Como se recordaba en una serie de charlas organizada por la UDLA, solo 6 países no pertenecen al Fondo, entre ellos Corea del Norte, Cuba y Taiwán. El resto son miembros y tienen interacción continua, con excepción de Venezuela, independientemente de tener o no un acuerdo.
Superar la dependencia de programas con el FMI significa tener políticas económicas sólidas que lo hagan innecesario. Implica dejar el grupo de países vulnerables que requieren programas condicionados y pasar al grupo de países que tienen acceso a recursos sin condiciones para enfrentar emergencias, tal como lo hicieron Perú, Chile y Colombia en esta crisis.
Si no le gusta el FMI, lo mejor es no necesitarlo. El país tiene la oportunidad de independizarse del Fondo, si en la próxima década lleva adelante reformas que fortalezcan sus cuentas fiscales y reduzcan su endeudamiento, en un marco de crecimiento con equidad y sostenibilidad ambiental. Es la mejor manera de decirle chao al FMI.