Imbabura es quizá la provincia de mayor diversidad geográfica y étnica del país. Por este motivo, entre otros, su patrimonio inmaterial es inmenso.
El rasgo más visible son las fiestas tradicionales, que siempre tienen un contenido social, económico, religioso e identitario. La fiesta mayor indígena es el Inty Raymi. Pero hay otras como el Paukar Raymi, con sus protagonistas como los corazas y los pendoneros, los matrimonios y bautizos, las celebraciones tradicionales de los santos patronos de las localidades, como el Señor del Amor (Caranqui), el Señor de la Angustias (Otavalo), la Virgen Dolorosa (Cotacachi), entre otros.
Los “sanjuanes” mestizos son representativos. También las fiestas afro choteñas, llenas de música y participación comunitaria, como la de la Virgen de las Nieves. A esto hay que añadir las ceremonias negras del luto y la Semana Santa, que también tiene celebraciones mestizas típicas. A las celebraciones tradicionales se suman festivales y ferias de corte moderno en varias localidades.
Elemento básico de la fiesta, de la vida cotidiana y de la cultura toda, es la comida. Imbabura, como el resto de las comarcas serranas, tiene una alimentación tradicional muy variada, pero hay platos y productos que son típicos, como el “picante” de charque de carne y chorizo, la “fritada seca”, las “carnes coloradas” e infinidad de sopas y dulces. Los helados de paila de Ibarra y el arrope de mora de Otavalo son representativos, así como las comidas de temporada: la fanesca, los tamales, buñuelos y otros.
Los hermosos atuendos indígenas, tan diversos en Imbabura, especialmente los de las mujeres, siempre tienen un alto componente de bordado a mano y trabajo artesanal. El anaco o el centro, el rebozo, la fachalina o la chalina, son parte de nuestro patrimonio. También los son los vestidos afrochoteños o la indumentaria del chagra mestizo. Y, desde luego, ahora son parte de la identidad los exitosos vestidos que se producen en Atuntaqui y sus líneas contemporáneas.
No podemos olvidar la producción artesanal: los tallados de San Antonio, mundialmente famosos, y los tejidos y bordados de Otavalo, La Esperanza y Angochagua.
Por fin, los saberes ancestrales sobre la salud son también patrimonio. En la provincia de Imbabura se han identificado 830 “llachags” o “shamanes” entre hombres y mujeres que representan el 13,4% del total de que se han registrado en 19 provincias del país. Viven en sus comunidades, pero varios se han concentrado en Ilumán, parroquia de Otavalo. También hay “sanadores” afroecuatorianos y mestizos.
Esta enorme riqueza cultural es parte de la vida de la gente. Pero también es un recurso material que debe ser utilizado para el desarrollo económico, entre otros para el turismo. Hacerlo creativa y responsablemente es un gran compromiso.