El 24 de marzo elegimos, entre otros dignatarios, a los integrantes del Consejo de Participación Ciudadana y Control Social. Tras la gran labor realizada por el Consejo Transitorio presidido por Julio César Trujillo, hubo quienes consideraban que se trata de un organismo que aporta a la democracia y gobernabilidad.
Otros sostuvimos la tesis opuesta. El Cpccs se fundamenta en la democracia directa. Es un concepto del que abusan los regímenes autoritarios para debilitar a las instituciones de la democracia representativa que deben controlarlos, como sucedió durante el correato. El Cpccs lleva tres semanas en funciones. ¿Quedan todavía quienes guardan alguna ilusión?
Se supone que los consejeros son ciudadanos no políticos, para que controlen a los poderes del Estado. Los postulantes fueron muchos y por alejados de la dirigencia partidista, poco conocidos. Los medios hurgaron y publicaron algo de información, pero fue insuficiente. Votamos a ciegas.
Cuando los consejeros electos designaron a sus dignatarios, sale presidente un exafiliado al Partido Socialista con el apoyo de dos correístas: una corriente política tomó control del ente supuestamente apolítico.
No sólo los electores no conocíamos de los postulantes al Cpccs. Resulta que tampoco el CNE, encargado de calificarlos. Con referencia al flamante presidente del Cpccs, “hemos encontrado cosas que no existen y cargos que no ha ostentado” dice el Observatorio Ciudadano de Servicios Públicos.
El Cpccs Transitorio desbarató las ataduras con las que el expresidente Correa sometía a los organismos de control. El Cpccs de mayoría correísta anuncia su misión de deshacer lo hecho por el Transitorio. En teoría, el Cpccs, por ser de ciudadanos, está cerca del pueblo, para defenderlo del poder político, que está distante. Pero su presidente se declaró inaccesible: que solo habla con su igual, que es el presidente de la República.
Somos país laico: separación de Iglesia y Estado. Pero el presidente del Cpccs es cura dominico, sin autorización de sus superiores para entrar en la política. Exhibe las dotes de predicador que caracterizan a dicha ilustre orden: se defiende de sus críticos comparándose con Jesucristo. Su amenaza que va a “exorcizar al país” recuerda al célebre dominico inquisidor, Tomás de Torquemada.
En un Estado en que los poderes tienen dificultades para funcionar en armonía, complicar las interrelaciones añadiendo otro ente, para colmo ajeno a la democracia representativa, es imprudente por decir lo menos. La ciudadanía se organiza y actúa sin necesidad de convertirse en poder del Estado. La Comisión Anticorrupción es un ejemplo.
J. C. Trujillo pensaba que el Cpccs debía desaparecer. Hay en marcha la iniciativa, una consulta popular para eliminarlo. Apúrense.