La epidemia del coronavirus está dejando una secuela de calamidades, especialmente en el campo económico. El cierre de instituciones educativas es otro de sus efectos no deseados. Sin embargo, la epidemia -sin proponérselo- está provocando un salto en el uso de la tecnología para los aprendizajes. Para todo el sistema educativo. Se ha ofrecido implementar la docencia y tutoría en línea. Cambio de modalidad: medida oportuna, pertinente, audaz. Más desafiante para el sector público, que ha incorporado muy poco los procesos virtuales.
La estrategia merece algunos comentarios. No se trata de desmerecer los esfuerzos. Se trata de levantar preguntas claves para poner los pies en la tierra. Para evitar el triunfalismo. Para sacarle el jugo a la experiencia.
La primera pregunta alude a la cobertura de los servicios de internet. Hace poco se afirmaba que alrededor de la mitad de las escuelas no tenía acceso al internet. Y no todos los chicos cuentan con un computador en casa. Entonces, ¿qué va a pasar con los estudiantes marginados del servicio? ¿Se ha pensado en un plan B para ellos?
¿La población sin acceso sufrirá retrasos que pueden generar sanciones, aplazamientos? El sistema no es homogéneo y precisa respuestas diferenciadas, aun en las buenas decisiones. Se corre el riesgo de aumentar las brechas en desmedro de los sectores pobres y vulnerables. Sería terrible.
La segunda pregunta, refiere a la preparación de los maestros como tutores virtuales. Seguramente algunos manejan la tecnología, pero la mayoría precisa capacitación en servicio. Sabemos además que una tutoría o docencia virtual no es solo proponer actividades y corregir respuestas. Es una nueva forma de relación de aprendizaje e implica adaptaciones curriculares, nuevas metodologías y formas de evaluar. Demanda roles diversos de la información y del profesor.
¿Quiénes están asumiendo la dirección técnica de estos procesos? ¿Los equipos del Ministerio podrán sostener la estrategia? ¿Qué dicen las organizaciones de maestros?
La tercera pregunta tiene que ver con las familias. La propuesta ideal es que se conecten con los profesores y acompañen a sus hijos en la internet en casa. Tarea harto compleja. Problemas de acceso, de capacidades, de disponibilidad.
Muchos siguen laborando y tienen problemas para asistir a los chicos. No tienen condiciones para acompañar los procesos en línea como se pregona. Las situaciones familiares son tan diversas. Otra vez, el efecto para los vulnerables puede ser negativo.
Finalmente, una reflexión. El cambio disruptivo de la tecnología y el rol del maestro -que tomaría años sin esta coyuntura- debe capitalizarse. La oportunidad que se ha abierto precisa ser evaluada; corregir errores, recuperar buenas prácticas. Incorporar lo mejor de la experiencia a las rutinas cotidianas que se reabrirán más tarde o más temprano.