En inglés, I can’t breathe, fue la frase que repitió George Floyd, afroamericano asesinado en Minneapolis, Minesota, Estados Unidos, el 25 de mayo del 2020, por asfixia. El oficial del policía Derek Chauvin, tras esposarlo y ponerlo boca abajo, con la ayuda de otros policías, presionó al arrestado contra el pavimento con su rodilla apoyada sobre su cuello durante 8 minutos y 46 segundos.
Con la consigna “no puedo respirar” reaccionó la humanidad ante ese crimen atroz, rebasando a la imposición del encierro forzado por la pandemia. Y fue por el crimen en sí; pero, también para condenar al racismo, a que haya quienes miren a otros como seres que deben ser segregados, por origen, por color, por fortuna, por el género, por la religión, o por cualquier motivo. Cientos de miles de personas en Estados Unidos y en centenares de ciudades de Europa y otros continentes se tomaron calles y plazas y no hubo represión que ahogue la consigna.
El grito podría ser de cientos de miles de ecuatorianos que económicamente no pueden respirar, que están asfixiados por la iliquidez dominante en el Ecuador, cuanto más que es evidente que ésta se da, fundamentalmente, por la corrupción y el fraude informativo –mentir y ocultar la verdad- de quienes han sido expresión del poder público. La pandemia llegó después, y las tramas de corrupción se multiplicaron a pretexto de ésta.
El Gobierno Nacional, está cuasi quebrado desde antes de la pandemia, las prelaciones de pago se perdieron hace tiempo, arrastrando a similar cuasi quiebra a otras entidades del sector público, a instituciones no gubernamentales y a proveedores. La mora generalizada desde el poder ha sido y es el principal caldo de cultivo de la corrupción.
En la mayoría de las empresas en el Ecuador – y diría de los ciudadanos – no hay capacidad de pago, no circulan flujos de dinero.
Los segmentos que venían siendo de ingresos medios están siendo pulverizados. En la Región Costa no hay capacidad económica para afrontar los costos de la educación particular, espacio a que se habían acostumbrado esos segmentos sociales y económicos, para la educación de sus hijos. Los espacios fiscales, mal equipados, sin servicios básicos, cuando deban abrirse, serán insuficientes. La educación telemática no podrá sustituir a la educación presencial y esto se evidenciará, aun cuando el internet sea una herramienta valiosa.
Y los de menores ingresos toman la calle para intentar vender algo y ganar centavos, condición algo por encima de solo pedir limosna.
Los gobernantes deben tener claro que hay un elevado riesgo de estallido social.
¿Será posible una propuesta integradora aun con limitados ingresos? Si, pero en esto no se está trabajando, otros son los intereses del poder.