El acuerdo firmado de China RPC con Panamá hace pocas semanas, afirma la cooperación y la adhesión panameña a la iniciativa china de la franja económica de la “ruta de la seda marítima” convirtiéndose en la puerta de entrada de China a Latinoamérica.
Lejos de ser un evento bilateral de trascendencia, es más bien el arranque de un objetivo geo económico chino proclamado al mundo en 2016, como un gran proyecto estratégico intercontinental del cinturón y de la ruta de la seda (One belt one road, “OBOR”).
Liderando a las potencias emergentes como los BRICS, aspira cubrir el 70% de los recursos energéticos y el 40% del PIB mundial. Con su estrategia Sur- Sur para el acercamiento con los países de la periferia, promueve equilibrar el desarrollo de más de 60 países que se incorporan a la iniciativa china, con importantes redes de infraestructura.
Pero lo más importante es la impregnación del modelo chino de capitalismo de estado, con inversiones y préstamos gobierno a gobierno sin requerimientos previos, ni control como hace el FMI, que activen fuerzas productivas, con desprecio a la empresa privada. Préstamos ligados a proyectos, que para Jorge Guajardo, embajador mexicano, significa una “desindustrialización” de los países, por cuanto los créditos, inversiones, estudios, tecnología, desarrollo operacional, obreros y aun materiales son chinos por imposición, en detrimento de las capacidades nacionales.
Sin embargo, para Xi Jimping en la IX cumbre de los BRICS, de este año, dijo que hay una apertura hacia los países en desarrollo y crecimiento a través de la cuarta revolución industrial, planteamiento que evidentemente no se intenta cumplir.
El acuerdo con Panamá significa también culminar la transformación del poder naval chino. Desarrolla una estrategia de agua azul (blue water), con fortalecimiento de su flota naval que incluye dos portaviones y la expansión de su flota expedicionaria naval.
No se ciñe a la defensa de las costas continentales chinas para asegurar su Zona Económica Exclusiva ZEE, busca controlar una cadena de “hubs” logísticos que van desde las Islas Senkaku, en el Japón, Taiwán, las islas artificiales Spratley, posicionadas en contra del fallo de la Corte Internacional de Justicia, para dominar el mar de China meridional. Sigue la ruta de la seda por Singapur, Chittagong en Bangladesh, puerto de Gwadar en Paquistán, y desde julio de este año la reciente base militar china de ultramar en Djibouti en el cuerno de África y ahora Panamá.
La política de defensa y marítima de China es actualmente global en la que busca proteger sus intereses en ultramar, la protección de los mares abiertos, y de las líneas de comunicaciones marítimas que aseguren el reabastecimiento, la libre navegación y operación de su comercio a nivel mundial.