La Comisión de Fiscalización de la Asamblea decidió, por unanimidad, iniciar el juicio político en contra de la ex Ministra de Salud Verónica Espinosa. Es un juicio político que delata todas las incoherencias del gobierno, sus partidos, sus socios y sus adversarios. La aprobación por unanimidad en la Comisión quiere decir que también los aliados del gobierno en esa Comisión están de acuerdo en juzgar a la ex Ministra y que el Gobierno está de acuerdo o no tiene la más mínima capacidad política para alinear a su mayoría parlamentaria.
Si el Gobierno está de acuerdo con el juicio sería el más lamentable desatino porque si le considera culpable de algún cargo ¿por qué le mantuvo en el Ministerio? Si hubiese alguna irregularidad en el ejercicio del cargo o en los contratos que ha firmado ¿no tiene también responsabilidad el Presidente que le nombró y le respaldó tanto tiempo? La Ministra María Paula Romo dijo, después de aceptada la renuncia de la ministra de salud, que el gobierno y el Presidente mantienen su respaldo. Los demás miembros del gabinete ¿pensarán que ellos son diferentes o pensarán que les puede pasar lo mismo?
Si el gobierno mantiene el respaldo a la ex Ministra ¿Cómo se explica que no pueda evitar un juicio político? Otra vez surgen las dudas acerca de la mayoría parlamentaria, no se sabe si es controlada por el Gobierno, o si la consigue para acuerdos específicos o si falta liderazgo y cada cual hace lo que le parece.
En España, Alemania y otros países, la disciplina es esencial para las organizaciones políticas. Aquí parece que tenemos desorganizaciones políticas.
El debate político se agota en superficialidades, en el ámbito de los efectos, sin que lleguemos nunca a plantearnos y a resolver las causas.
El Consejo Electoral discute y se divide respecto de una posible reforma al Código de la Democracia cuando no garantiza todavía lo más esencial que es un padrón limpio, sin muertos. Respecto de los partidos, nos enredamos en dilemas inexistentes, como el dilema entre la lealtad al electorado o al partido.
Sin disciplina partidista se deshacen las organizaciones políticas. Los diputados, en las democracias maduras, son fieles al bloque parlamentario, al partido y a los electores. Aquí se desafilian, traicionan el voto, cambian de partido, sin consecuencias. Justamente los asambleístas promotores de los juicios políticos han abandonado sus partidos y deambulan entre los bloques legislativos en cada votación y en cada debate. No se corregirán estos perversos efectos, seguiremos de tumbo en tumbo si los partidos siguen siendo monarquías hereditarias o feudos de caciques, si los candidatos están por encima de los partidos, si se tolera que caudillos cantonales pasen de uno a otro. No tiene sentido hablar de acuerdos o alianzas si los diputados no conocen disciplina partidista.