En 586 a.C., Nabucodonosor rey de Babilonia tomó la ciudad de Jerusalén capital del Reino de Judá, incendió el Templo, destruyó el Palacio Real, demolió las murallas, ejecutó a los hijos del rey Sedecías, le sacó los ojos, se lo llevó a Babilonia y con él, a miles de judíos. En este octubre, Quito fue invadida por indios, obreros, nabucos, terroristas, desempleados de aquí, de allá y de más allá.
En Babilonia, el profeta Ezequiel levantó su voz. “Afirmamos, dice el teólogo Walt Brueggemann, que la comprensión profética de la realidad se basa en la idea de que toda realidad social brota de la palabra. La finalidad de todo esfuerzo totalitario consiste en hacer cesar el lenguaje de la novedad, y ahora sabemos que cuando cesa dicho lenguaje descubrimos que nuestra humanidad disminuye”.
Ezequiel, aunque Interpretó la cautividad en Babilonia como un castigo porque Judá se había vuelto, vana e idólatra, anunció una vida nueva. El profeta ve un valle cubierto de huesos secos. “¡Huesos secos, escuchen la palabra del Señor! Así dice el Señor a estos huesos: Les voy a infundir espíritu para que vivan. Los recubriré de tendones, haré crecer sobre ustedes la carne, los cubriré de piel, les infundiré espíritu y vivirán, y reconocerán que yo soy el Señor”. (Ez. 37).
Tras lo sucedido en Quito, se oyen voces de pesimismo. De esta no salimos: violada la Constitución, tembleque el Ejecutivo, indolentes los asambleístas, corruptos los jueces, tomada por el odio y el racismo la ciudadanía, la economía estancada, impagable la deuda pública, millones de ecuatorianos sin empleo, estéril el campo, feas las ciudades, mediocre el país. No hay líderes. Huesos secos y vasijas de barro.
Sí hay líderes: Diana Salazar, Daniela Camacho, Mae Montaño. Sí hay líderes: Lenin Moreno, María Paula Romo, Richard Martínez, Pablo Celi. Sí hay líderes: empresarios patriotas en todas las provincias de Ecuador. Roque Sevilla, Rodrigo Paz, Osvaldo Hurtado. Y jóvenes en ciernes, que, dada la ocasión, florecerán emprendedores, cívicos e íntegros.
De esta crisis saldremos fuertes. Si fuimos los primeros en gritar libertad. Si ya en 1906 tuvimos Estado e Iglesia separados, educación laica y gratuita, matrimonio civil, divorcio, voto de la mujer en el 29, código de trabajo en el 38, un modelo de seguridad social, el mejor del continente; el primer patrimonio cultural del Mundo y una paz envidiable.
A lamernos las heridas como fieras en guaridas. Seamos prácticos. Pensemos en grande. No nos conviene ser racistas, aunque sepamos que los indígenas tienen otra cosmovisión. Facilitémosles las oportunidades de crecer, ser, ser-para-sí y en sí. Siempre seremos agua y aceite. Justicia para el agua. Justicia para el aceite.
Y no perdamos la sal quiteña que en esta crisis de octubre estuvo bien yodada: “Señores de poncho, ya se regresan, dejarán botando en Guano al que sabemos”. Porque el señor alcalde, estuvo dudosillo.