En una guerra comercial nadie gana, pero el presidente Donald Trump está concentrado en que China pierda, desestimando las voces que advierten que Estados Unidos y el resto del mundo también pagarán la factura de un conflicto que ahora se prevé prolongado.
La reciente intensificación del conflicto podría minar la confianza en los mercados financieros, perturbar las cadenas de suministro mundiales y poner en peligro la recuperación prevista del crecimiento mundial en 2019, dijo el Fondo Monetario Internacional la semana pasada.
Mientras que la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico advirtió que una escalada en la guerra comercial perjudicaría la economía de Estados Unidos y del resto del mundo, reduciendo un 0,7% del crecimiento mundial para el año 2021.
Las grandes empresas estadounidenses ya se preparan para un conflicto prolongado, cuyo principal efecto será el alza de precios en algunos productos. El caso más relevante está en el sector del calzado, que además muestra los resultados de las fallidas políticas proteccionistas de Trump. A pesar de los altos aranceles en casi todas las zapatillas de deporte, tacones altos o zapatos para niños, la producción en EE.UU. se ha reducido tanto que ahora importa el 98,4% de su calzado, según la Asociación Estadounidense de Ropa y Calzado.
Por eso, la Asociación de distribuidores de calzado y minoristas de EE.UU., que tiene como parte de sus miembros a marcas como Nike o Adidas, le pidió a Trump que finalizara la guerra comercial, ya que una escalada en los aranceles de los zapatos sería “catastrófica”. Esto pone en entredicho el exhorto de Trump a las compañías estadounidenses para que fabriquen dentro del país para evitar los mayores aranceles.
La guerra comercial tiene más repercusiones en el resto del mundo. Las menores perspectivas de crecimiento mundial implicarán una menor demanda de materias primas como petróleo o minerales. El resultado se vivió en la semana pasada, cuando el barril de West Texas Intermediate (WTI), de referencia para Ecuador, cerró en USD 58,63 el barril, el peor resultado del año.
La perspectiva de una guerra comercial prolongada genera incertidumbre en la economía global y eso se ha reflejado en una caída en las bolsas de valores, ya que los inversionistas prevén que las ventas de las empresas serán menores a las previstas.
Pero también se ha reflejado en un debilitamiento de las monedas en la región. El jueves pasado, por ejemplo, el peso colombiano se depreció y se ubicó en 3 378,3 por dólar, el más alto en tres años. Es probable que la escalada continúa en los próximos días y llegue a 3 400.
Ecuador, con una economía dolarizada, se ve doblemente afectado. Por un lado, el menor precio del petróleo significa menos ingresos de divisas. Y por otro, el fortalecimiento del dólar incentiva las importaciones. Los viajes a Ipiales serán más frecuentes para aprovechar la depreciación del peso colombiano.