Tomo prestado el título de la canción de José María Vitier a la Virgen de la Caridad del Cobre, parte de su Misa Cubana. Poco conocida entre nosotros (busquen “Al pie de tus altares” en YouTube y la oirán cantada por Pablo Milanés), comprueba la profunda veneración que, incluso tras décadas de comunismo, tiene el pueblo cubano por su patrona. Y me lo apropio para titular este artículo porque la exposición que se halla abierta en el Palacio de Gobierno “Salve Regina: advocaciones marianas en la Real Audiencia de Quito” (para visitarla tiene que hacer una reservación al menos un día antes) merece mención especial y reconocimiento, en este a ratos yermo panorama de la cultura ecuatoriana.
Siete exposiciones temporales, a cual más interesante, se han hecho ya en el programa “Arte en Palacio”.
Y la actual, que se inauguró el 2 de julio y permanecerá abierta dos meses, es la mejor de todas ellas, por la extraordinaria selección de imágenes de la Virgen María y de objetos relacionados con su culto.
Las más finas tallas y pinturas, espléndidos altorrelieves, retablos y urnas, a más de primorosos candelabros, mariolas, frontales, atriles, escapularios, coronas y custodias, productos de las prodigiosas manos de los artistas de la Audiencia de Quito (por excepción, hay una imagen italiana, una cuzqueña y una filipina), se han reunido en esta notable muestra, una ocasión irrepetible de verlas juntas. Son más de 200 objetos, provenientes de las colecciones de iglesias, conventos, los santuarios del Cisne, El Quinche y Guápulo, así como museos estatales y colecciones privadas. Algunas de estas, escogidas con fruición por la curadora de la muestra, Ximena Carcelén Cornejo y la coordinación de Alfonso Ortiz Crespo, jamás habían salido de los claustros que las custodian. Hay obras desde 1574 de los artistas cumbres del barroco audiencial: Legarda, Caspicara, Miguel de Santiago, Manuel Samaniego, Bernardo Rodríguez, Pedro de Adrián, hasta las de Joaquín Pinto del XIX, al lado de anónimos no por eso menos magistrales. Aparecen las advocaciones de la Virgen de Quito, la Inmaculada Concepción, la Asunción, la Merced, el Carmen, el Rosario, y algunas locales: El Salto, Las Lajas, la Peña de Francia, Chiquinquirá, Loreto, la Luz, el Pilar, la Nube y, por supuesto, de los tres populares santuarios mencionados.
A más de sentir la reverberación de la belleza de cada una de las piezas, contemplarlas en la muestra produce admiración y simpatía por la manifiesta devoción de los artistas y de quienes encomendaron esas obras de piedad. Lo profundo que se enraizó esta devoción tan central al catolicismo (María es madre de Cristo y de su iglesia), explica con su doble mensaje de ternura y prodigio, que los ecuatorianos sigamos todavía en estos días invocándola al pie de sus altares.