El sufrimiento, el desengaño, la mala salud, estuvieron presentes durante su vida. Pero también la admiración y el reconocimiento. Ludwig van Beethoven, desde temprana edad y por mucho tiempo experimentó el maltrato físico y psicológico de su padre, que lo forzó a jornadas inhumanas de estudio musical, a más de explotarlo social y económicamente debido a sus extraordinarias condiciones artísticas.
La mala salud conspiró para que su trabajo de creador se vea bruscamente afectado. Se quedó sin un sentido fundamental para desarrollar su creatividad. A la edad de 30 años perdió totalmente el oído. La sordera tan temprana en un compositor excepcional tuvo un impacto emocional terrible. Sus biógrafos hablan de episodios de depresión que le llevaron al borde del suicidio. Además sensible y necesitado de afecto, no tuvo la reciprocidad de las mujeres de las que se enamoró, por lo que acumuló decepciones profundas. Murió soltero.
Por eso ese niño y joven retraído, tímido y osco, se transformó en un ser mal humorado, aunque amoroso y protector con sus parientes.
Pero este ser atormentado y prodigioso no se mató. Murió de una enfermedad a los 57 años. Y durante su vida, y a pesar de sus enfermedades, luchó contra sí mismo y contra todas las circunstancia adversas. Esa lucha se expresó en su música potente, explosiva, apacible, contradictoria y sublime. Lenguaje que expresa y traduce lo más íntimo de cualquier ser humano, de cualquier época y de cualquier lugar.
El mundo celebra los 250 años de nacimiento de este personaje nacido en Bonn, que a más de su genialidad musical, nos heredó su sensibilidad social y democrática. Nació en 1770, por lo que se nutrió de la filosofía de la ilustración y de los valores de la revolución francesa. Fue el gran impulsor de romanticismo en la música, pero su propuesta no se quedó en fomentar el espíritu de los nacientes estados nacionales, sobre todo Alemania, su cuna, sino que la elevó a la lucha por la unidad y la armonía de toda la humanidad. Ese fue el mensaje de su última y apoteósica Sinfonía N. 9, en su Oda a la Alegría, que recrea el poema de Friederich Shiller (1759-1805), construyendo un verdadero himno a la fraternidad universal.
Qué importante, que la celebración de los 250 años del natalicio de este extraordinario personaje coincida con las circunstancias tan difíciles que atraviesa la humanidad este 2020 devastado por la pandemia. Superar las peores situaciones, no darse por vencido, luchar con firmeza, persistencia, pasión, creatividad, y amor a la humanidad nos ha legado Beethoven, quien además de su ejemplo, nos conmueve con su música hasta lo más hondo, colocando a la alegría como la luz al final del túnel: “Tu hechizo une de nuevo/…/ todos los hombres vuelven a ser hermanos/allí donde tu suave ala se posa/ ¡Abrazaos millones de criaturas!/ ¡Que un beso una al mundo entero!”.