Las dificultades fiscales, evidentes e innegables, obligan al Gobierno a tomar medidas para corregir un desequilibrio que se ha vuelto crónico y que oscila en alrededor del 8% del PIB, insostenible en el tiempo. Cuando las enfermedades se vuelven crónicas requieren cirugía mayor. Mientras más tiempo pasa para adoptar las medidas que lo corrijan, más drásticas tienen que ser. No se entendería, por lo mismo, que se deje agravar la situación para corregirla, porque el costo económico, social y político también será mayor.
No es posible seguir cubriendo las necesidades diarias con más endeudamiento. Ya, los nuevos créditos sirven, en buena parte, para pagar los anteriores. Es maquillar la realidad.
El gasto público desbordó la capacidad de la economía. Al margen de si ese gasto estuvo bien o mal enfocado y bien o mal canalizado, su volumen, amparado en los altos precios del petróleo, convirtió a la economía ecuatoriana en dependiente, en alto grado, de lo que hacía o dejaba de hacer el Gobierno. Los excesos cometidos –los de acción y los de omisión- están pasando la cuenta, lo que obliga a afrontarlos ya, porque los costos serán mayores mientras más tarde se ponga orden en la casa. Añádase a todo esto la bomba de tiempo que es el desfinanciamiento de los organismos de la seguridad social.
La austeridad es parte sustancial de la casa en orden. Por ahí también hay que empezar. El país ha vivido diez años de excesos y despilfarro. La eliminación de los ministerios coordinadores es un buen paso, pero a todas luces insuficiente. La estructura administrativa es hipertrofiada con tantos ministerios. secretarías y superintendencias. ¿Qué se hará con los 12 edificios de las instituciones que pasan a la Plataforma de Gestión Financiera, que albergan a 4652 funcionarios? ¿Qué explicación tiene que la CFN haya comprado un edificio cuando estaba resuelto su paso a esa Plataforma? ¿No debería pararse la invitación de una entidad pública a la compra de un edificio cuando se desocupan muchos por su paso a la Plataforma Financiera?
El ejemplo desde las más altas esferas es fundamental para que haya austeridad. Menos seguridad aparatosa, menos festejos, menos propaganda, menos pipones. Si no se reduce con seriedad y profundidad el gasto corriente, no habrá solución al déficit fiscal.
Las sugerencias de eliminación de impuestos, en algunos casos necesarias y justas, son difíciles de ejecutar en estas circunstancias. En el caso del anticipo al impuesto a la renta, al menos debe convertirse en crédito tributario automático si no existen utilidades. El impuesto a la salida de divisas, que en su monto mayor es, en realidad, a las importaciones, debe discriminarse para que no afecte a la entrada de capitales. Con esfuerzo conjunto se podrá salir del hueco. Para eso, el ejemplo y disposición del Gobierno es indispensable.
Columnista invitado