El presidente Correa, al pretender descalificar con sus sarcasmos a una candidata a la presidencia de la república, nuevamente ofendió a todas las mujeres y puso en claro su prepotencia, contraria al humanismo en el que dice creer.
Sus desplantes coincidieron con los de Trump, candidato a la presidencia de los Estados Unidos, que han suscitado una ola de indignación, inclusive dentro de su propio partido, algunos de cuyos dirigentes le exigen renunciar a su postulación.
Inevitable, y acaso injustamente, se los vincula y compara. Trump -arrepentido- ha presentado excusas públicas. Correa no: se ha reafirmado en lo que dijo burlándose de las “neuróticas de siempre” que, con sus exageraciones, según él, degradan al feminismo, y ha reiterado sus ofensas al decir -bilioso y sonriente- que a la candidata “se le ve más falsa que un billete de 2,50 porque aparece sin una arruga, sin un barrito, muñequita pastel y así nos quieren impresionar, puro maquillaje”. Y -solemne y encolerizado- ha responsabilizado a “los mismos de siempre” por actuar, como hace 10 años, cuando “chantajeaban a todos los gobiernos de turno… los botaban y nombraban otro presidente”.
He allí la razón por la que Correa ha pedido a la candidata que no hable de economía sino de maquillaje: ¡para que “los de siempre” no lo boten y nombren otro presidente!
Varias organizaciones de derechos humanos le pidieron que se disculpe por sus ex abruptos, pero Correa se ratificó en cada una de sus palabras. Exhortó a sus críticos a dejar de lado sus “ridiculeces”, y aseguró estar de lado del feminismo, pero no de quienes “utilizan la victimización de género como instrumento de politiquería”.
Trump ha dicho -no utilizaré sus palabras obscenas- que un hombre importante y poderoso puede hacer todo lo que quiera con las mujeres y que estas lo aceptarán. Correa ha copiado esa vulgar prepotencia al decir que no volverá a referirse al tema para evitar que “esta señora” suba en la preferencia electoral ya que…“eso es lo que intentan, cinco minutos de fama a costa del presidente”.
El machismo más peligroso es el que se auto-justifica sin jamás admitir errores, el que pretende ocultarse detrás de la ironía, el que surge ciego, espontáneo e incontrolado, el que descalifica a vicealcaldesas por el color de los ojos, y agravia a periodistas con doblemente insultantes diminutivos -gorditas horrorosas- o aplaude públicamente las ganancias para la farra alcanzadas con la elección de mujeres asambleístas.
Es condenable que Correa ofenda a la dignidad de su cargo al menospreciar a las mujeres, y que -altanero y ególatra- incurra en actitudes que inviten a compararlo con las sandeces de Trump, personaje de la farándula televisiva.
¡Cuánto daño se hacen e irrogan a la sociedad los autores de estos desafueros!