No estoy seguro que el mejor adjetivo sea magistral. Se trata de un evento tan incomprensible de autolesión que parece plausible que sea parte de un ingenioso e intrincado plan. O bien es una obra magistral de manipulación, o bien es una de las mayores torpezas políticas que veremos en nuestras vidas. Se trata de la postura española frente al referéndum catalán. Y, tomando en cuenta que el responsable de esto es Rajoy, lo más probable es que estemos frente a ese segundo escenario.
No soy español, ni tampoco entiendo los resentimientos catalanes que impulsan su movimiento por la independencia. Por ello me es extremadamente difícil opinar a favor de uno u otro. Pero, dejando de lado la discusión sobre si la independencia es buena o no, podemos maravillarnos ante las chambonadas épicas cometidas por Rajoy.
Estuve en España en el momento del consabido referéndum y pude comentar el evento con un brillante amigo portugués, residente en Madrid. “Lo que España no debía dar al mundo es una foto de un policía español batiendo a toletazos a una madre de familia que intenta introducir su voto en una urna. Es justo lo que produjeron.”
Recordemos el derecho a la libre determinación de los pueblos, recogido en la Carta de las Naciones Unidas. Jurídicamente una de las premisas que posibilitan que un pueblo pueda separarse e independizarse con su propia patria es que en su Estado actual sea víctima de opresión. Desde la recuperación de la democracia en España en 1978 (fecha de la promulgación de la Constitución), no se podía aducir que Cataluña haya sido oprimida de forma deliberada y sistemática.
Al ser una Comunidad Autónoma, disfruta de amplísimas competencias legislativas, presupuestarias, impositivas y administrativas. No hay más prohibiciones al uso del idioma catalán (como durante la dictadura), este se imparte en escuelas y usa en tribunales e instituciones públicas. La cultura catalana ha podido florecer sin obstáculos. El ‘caganer’, el ‘cagatío’, los ‘castells’ (las impresionantes torres humanas en festivales) se normalizaron sin que nadie oprima su uso y celebración.
Sin opresión, ¿cómo justificar la determinación del pueblo catalán para fundar su propio Estado? Pues aquí viene Rajoy, dispuesto a complacer a las mentes españolas más retrógradas, quienes pedían que se use la fuerza contra los catalanes; de paso aportando justo el elemento que la causa catalana necesitaba. El referéndum adolecía de gravísimas fallas – en el padrón electoral, en el control de votos, etc. – que hacía fácil argumentar su invalidez. ¿No era esto más fácil y menos opresivo que mandar a la policía antimotines? Ahora Rajoy amenaza con activar mecanismos legales para quitar a Cataluña competencias autonómicas. Justo dando más elementos de opresión para la argumentación separatista.