Es amargo cómo nos gusta contarnos cuentos y creer que el Ecuador será mejor mientras mayores sean las sanciones, incluso para lidiar con temas que no acabamos de entender.
Esa avidez salió nuevamente a flote a propósito de las reformas al Código Orgánico Integral Penal (COIP), que quiere mantener la prisión para las mujeres víctimas de violación que deciden abortar, e incluso castigar la venta de suero de leche líquido… con cárcel.
Como contraparte de la hipocresía, las sanciones se cumplen pocas veces. Para no hablar de delincuentes de alto calado que tienen la información y los recursos para huir, los infractores menores -como quienes beben en sitios públicos o se estacionan en zonas prohibidas- se saben fuera del alcance de los agentes metropolitanos, salvo que se trate de alguna esporádica campaña pública.
En el país de las mentiras parece fácil recuperar, por algún acto de magia, los puntos perdidos de la licencia profesional, para volver a las vías y aumentar las estadísticas de accidentes. Tras la detención de presuntos asesinos y delincuentes nos enteramos de prontuarios que incluyen decenas de estadías en prisión, que son escuelas del delito antes que espacios para la rehabilitación.
Pero vamos a lo de fondo. Solo un país que vive de una larga historia de hipocresía desde la época colonial respecto de la responsabilidad de la concepción, el embarazo y el alumbramiento puede mantenerse en estado de negación sobre el derecho de una mujer a interrumpir un embarazo, ni siquiera en el caso de que éste sea producto de una violación.
Muy conveniente, a lo largo de los siglos, escoger a la mujer como quien debe asumir las consecuencias de actos de abuso que terminaban ocultos entre la discreción del hogar, el claustro o simplemente el abandono. No importaba, y parece que no importa ahora, que las vidas de las víctimas se destruyeran.
Para no hablar solo del derecho a decidir y a tener futuro, hay que recordar que el 60% de países ha tomado decisiones en función de la salud pública, pues está implicada la vida de las mujeres que se someten a procedimientos ilegales y por tanto poco seguros, y el bienestar psicológico tanto de ellas como de los niños producto de la concepción obligatoria.
The New York Times informó hace poco sobre una investigación reciente en Estados Unidos. Hay pistas de que la anticoncepción y la menor cantidad de embarazos pueden incidir más en la disminución del aborto que las prohibiciones. Eso implica, desde luego, educación, lo cual también significa información.
Pero es más cómodo mirar a otro lado, como se ha venido haciendo a nombre de unas creencias que ni siquiera muchos asumen, porque en el país de los cuentos también es común escuchar que las personas profesan una fe pero se declaran no practicantes… Cuánto oscurantismo e hipocresía.