El desorden fiscal se manifiesta de variadas formas y no es un problema menor, pues sus impactos son múltiples y de variada magnitud. Una de sus derivaciones es que un gasto público excesivo demanda endeudamiento público constante y creciente. El gobierno de AP endeudó al país entre 2007 y 2017 de forma exponencial pasando de USD 13 500 millones a USD 60000 aproximadamente, es decir, endeudaron al país en alrededor de USD 46 500 millones en una década. En términos del tamaño de la economía el problema es peor, pues la relación pasó del 29% del PIB en 2006, al 16% del PIB en 2010 pare repuntar al 60% del PIB en 2017. Ambos indicadores dicen que la deuda se multiplicó por cuatro, paradójicamente cuando más ingresos hubo.
Otra secuela del exceso de gasto público tiene que ver con la prioridad de los proyectos y del gasto en general. Como la plata “sobra”, sea por petróleo, por impuestos o deuda, no hay cuidado ni priorización de los gastos. Se entregan recursos sin un análisis riguroso, por lo que se producen desperdicios o se gasta en proyectos o rubros no necesarios.
El gasto público en demasía se evidencia por un rol del Estado en actividades que no le corresponde. En el Ecuador el Estado creado por Correa es absolutamente obeso, lo que significa verlo presente como “empresario”. Participa en petróleo, electricidad, telecomunicaciones, medios de comunicación, distribución de derivados de crudo, vivienda, construcción, hotelería, industria farmacéutica, sector importador, etc., etc. Se contradice el principio básico del “para qué” está el Estado. El mismo es regulador y supervisor, es el que pone las reglas de juego, no puede ser regulador y actor al mismo tiempo. Cuando el Estado quiere ser empresario, rol que no lo cumple nunca bien, termina descuidando sus actividades esenciales como educación, salud, seguridad o justicia. Es más, le roba recursos a esas responsabilidades públicas.
El exceso de gasto conlleva que la plata que entrega el Estado a la economía se dirija también a comprar bienes importados, con lo cual el propio Estado deteriora la balanza comercial. El desorden fiscal de demasiado gasto y más deuda, conlleva a que el gobierno sea uno de los responsables de la salida de dólares al exterior. Cada año, el gobierno envía al exterior cerca de USD 7 000 millones para atender sus obligaciones derivadas del desorden y de la deuda, con lo que se convierte en una amenaza para la propia dolarización.
Al estar el Estado presente hasta “en la sopa”, le resta recursos al sector privado, con lo cual éste tiene menos disponibilidades para invertir afectando también al empleo. El dinero es finito y si el Estado gasta demás, desplaza inversión privada. Pedir reducir el gasto público no es un tema ideológico, no tiene nada que ver con izquierdas o derechas, es una necesidad nacional. Ojalá se entienda.