En uno de sus relatos, Eliécer Cárdenas describe cómo los escolares de su natal Cañar se dividían en bandos entre ‘los estadounidenses’ y ‘los venezolanos’. Los últimos eran los hijos de aquellos ecuatorianos que habían tenido que emigrar, forzados por la pobreza, al entonces próspero país caribeño.
Venezuela se adelantó a Ecuador con su primer ‘boom’ petrolero en los años cincuenta del siglo pasado. El segundo boom coincidió con el primero de Ecuador, entre 1974 y 1975, y el tercero ocurrió entre 2004 y 2005, mientras en esta tierra terminaban de sentarse las bases para el llamado ‘socialismo del siglo XXI’.
No es el objeto de esas líneas ahondar sobre los males sociales, políticos y económicos que se derivan de vivir de la bonanza de materias primas como el petróleo, sino recordar que durante muchos años el pueblo venezolano abrió las puertas a los ecuatorianos.
Hoy, y desde hace años, el fenómeno es al revés. La primera oleada de emigrantes venezolanos se compuso sobre todo de jóvenes, de intelectuales e incluso de empresarios que presagiaban los males del populismo y que querían vivir en un país libre: ellos podían ir lejos, a Estados Unidos o a Europa.
Luego les tocó a las personas que sentían que no podían hacer negocios o vivir en un país en donde el primer Hugo Chávez -locuaz y seductor- se endureció por el intento de golpe, se dedicó a acabar con la producción nacional y regaló petróleo a los Castro a cambio de que le ayudaran a expandir su supuesta revolución por el continente. También pudieron escoger en dónde empezar de nuevo.
Los profesionales que salieron en la siguiente ola, tuvieron un poco más de opciones que la gente que ahora simplemente siente que ya no puede sobrellevar su día a día por las terribles condiciones económicas y sociales que imperan en su país. Hacen sus jornadas en buses, pidiendo ‘cola’ e incluso a pie en busca de algo un poco mejor. Ecuador no es su paraíso pero es su puerta de escape.
Detrás de los ‘ismos’ suele haber razones económicas. 250 000 venezolanos compiten -con iniciativa y preparación- en un mercado laboral bastante golpeado. Antes pasó con los cubanos, los peruanos y los colombianos.
Las autoridades intentan hacer lo que pueden, pero es evidente que estamos frente a un gran problema humanitario. Un gobierno desquiciado está promoviendo una diáspora jamás vista en la región. ¿Sus antiguos aliados siguen defendiendo la tesis del complot mundial cuando el propio Maduro reconoce sus errores en una conducción económica cuyo último capítulo tiene efectos devastadores?
No hay mal que dure cien años. Los venezolanos deben resolver sus problemas, pero hoy enfrentamos una crisis regional sobre la que los líderes serios tienen mucho que decir. Mientras tanto, el Ecuador no puede olvidar su propia historia de emigración.
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