Almagro, Brasil y Venezuela

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El excanciller uruguayo Luis Almagro fue nombrado por unanimidad secretario general de la OEA gracias, entre otras cosas, a su convicción de que la Organización de Estados Americanos debía sobrevivir por muchos años, pese a que se afirmaba que su antecesor durante una década, el chileno José Miguel Insulza, la dejó en plan de decadencia.

Uno de los motivos del descenso era la presencia de los países norteamericanos Estados Unidos y Canadá, impugnada por varios motivos, entre ellos la prepotencia gringa respaldada por su vecino del norte.

Almagro, canciller del afamado presidente José Mujica, constaba entre los que creen conveniente la inclusión de los gigantes del norte, sin permitirles la prepotencia. Los resúmenes biográficos del nuevo jefe de la OEA lo presentaban como un personaje de tendencias izquierdistas. Los informativos venezolanos lo recordaban como un amigazo del presidente Nicolás Maduro cuando los dos eran cancilleres.

Durante el primer año de Almagro en la polémica Organización, que cuenta con 35 países miembros, circularon versiones de que el charrúa mostraba signos interesantes y talvez cumpliría sus ofertas de mejorar -y no sepultar- a la OEA.

En los últimos días de abril se presentaron en la oficina de Almagro, en Washington, seis diputados venezolanos y le expusieron la tremenda situación de su país que, siendo petrolero, sufre hambre e inseguridad en medio de una batalla entre la Asamblea elegida por una amplia votación y el implacable dúo Maduro-Diosdado Cabello. “Hay 125 presos políticos”, dijeron.

Almagro sabía esa historia y escuchó la conclusión. Los asambleístas le pedían que pusiera en vigencia la Carta Democrática Interamericana, que contempla sanciones para los países miembros que atenten contra la democracia y los derechos humanos.

Almagro no dudó un minuto y respondió que se disponía a analizar la Carta Democrática, dando posteriormente muestras de condenar las prisiones políticas y los atentados a los derechos humanos. Maduro y los suyos se enfurecieron y la Canciller pidió que se convocara a una cita de la OEA el 5 de mayo, durante cuyo transcurso atacó duramente a Almagro, quien dijo que no respondería a las acusaciones de nadie.

La Carta Democrática contempla una reunión de países miembros y la posibilidad de sanciones, hasta la expulsión, a los transgresores. Así están las cosas en ese frente.

¿Y qué opina el Jefe de la OEA del caso brasileño? Almagro dice: “Brasil tiene instituciones fuertes que pueden responder. Es un hecho fundamental que está siendo realizado un proceso de ‘impeachment’ contra una presidenta que no está acusada de ningún acto ilegal. Además, nos preocupa que en el proceso acusatorio intervienen congresistas acusados y culpados. Un mundo al revés”. Es decir, los políticos se aprovecharon de una innovación legal -el impeachment- y de la crisis económica para suspender por seis meses -o para siempre- a la poderosa Dilma Roussef. Increíble.

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