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El fútbol tiene fuerzas magnéticas indudables y fortísimas. Eso lo supimos siempre. Pero para mí fue tras el caso Fifagate cuando entendí hasta qué punto esas fuerzas son formidables. Según la fiscalía estadounidense, la corrupción en la FIFA fue sistemática durante al menos 47 años, y especialmente en América del Sur. Y, a pesar de eso, ningún país de la región actuó; pero es que el futbol nos gusta mucho. ¡Menuda excusa! ¡Torcidas prioridades!
Ahora ese amor bobo y fanatismo irracional actuarán a favor de un régimen tan contrario a la democracia, al derecho internacional, a los derechos humanos, que describirlo en pocas palabras parece imposible. Ridícula la situación, pero es verdad.
No son 5 años desde que Rusia se anexó Crimea de la forma más alegre y descarada. Usaron la fuerza contra un país que no tenía la menor capacidad de resistir. Llegaron al colmo de organizar un referéndum falso en un territorio extranjero, donde no tenían autoridad alguna (por supuesto, un proceso abiertamente trucho). Y, asumiendo sin matices su rol de bully, con un zarpazo que destrozó el derecho internacional, tomaron el territorio.
De manera unánime, y frontal las agencias de inteligencia de EE.UU. han aseverado y descrito la intervención de Rusia en sus elecciones para evitar una presidencia de Clinton. No se trató de una interferencia minúscula o residual. Incluyó una enorme campaña en redes sociales (incluyendo el robo de datos de millones de usuarios a través de Cambridge Analítica, razón por la cual Zuckerberg tuvo que comparecer ante el Congreso), hackear las computadoras del Partido Demócrata, y apoyar con recursos y logística a Trump (su jefe de campaña, Paul Manafort, está procesado por haber recibido pagos).
Lejos de ser un caso aislado, esa gravísima ofensa – que otrora sería causa de guerra – ha sido también desplegada en Europa. Hay pruebas de la interferencia rusa en procesos en Francia, Inglaterra, Alemania, Noruega y el proceso independentista catalán.
Apoyan activamente el régimen mafiocrático de Maduro. Rompen de manera abierta los derechos humanos de las personas LGBTI. Podríamos pasarnos horas enumerando ilegalidades; empezando por el hecho de que hubo corrupción verificada en la misma asignación del Mundial a Rusia. Tomando nota además del vergonzoso programa del Estado de dopar a sus atletas (lo que los dejó fuera de las últimas olimpiadas).
Pero en pocos días Rusia será celebrada, masiva y grandiosamente celebrada. Y, Putin podrá tomarse mil fotos, sonriente como si no fuera un criminal. Diplomáticos islandeses y británicos, y personalidades francesas están haciendo un llamado a boicotear el Mundial. Yo, desde mi pequeño reducto individual, me comprometo a no comprar ni un solo producto del injusto evento.