La verdadera traición

La puñalada artera que se quiso asestar a la democracia, a la paz social y al país, al crecimiento económico y al progreso no tiene nombre. No tiene nombre si no es aquel de la traición al pueblo del que se llenan la boca con discursos y proclamas. No tiene nombre, pero sí autores a los que la historia condenará en su debido momento.

Unas medidas económicas duras pero urgentes liberaron los precios de los combustibles. La carga más pesada de los subsidios la había cubierto durante décadas ese pueblo aludido.

Como si de una acción concertada y preparada en la sombra de la conspiración se tratase se desataron todos los demonios al tiempo. Los capitalistas del transporte y los pequeños propietarios de buses, camiones y taxis pensaban que era justa una elevación de tarifas. Así era. Se disponían los dirigentes a anunciar que llegaron a un acuerdo con el Gobierno para ese ajuste equilibrado y técnico. Pero no.

Sorpresivamente llamaron al paro. Casi al tiempo empezaron marchas indígenas y movilizaciones en varias de las ciudades de la Sierra. Luego el objetivo fue Quito. Las marchas tradicionales habían tardado días y las reivindicaciones se hacían a cada paso. Esta vez llegaron en muchos camiones y de forma rápida. Se instalaron en varios sitios conocidos de la capital y empezaron manifestaciones violentas inusitadas.

Desde hace aproximadamente 30 años conozco a varios de los dirigentes históricos de la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador, Conaie. Con ellos he dialogado decenas sino centenas de veces sobre los temas del país, sobre sus reivindicaciones, muchas veces justas y muchas veces duras. Pachakutik empezó a ser una expresión política por la vía democrática tras el levantamiento de 1990.

El Gobierno anterior denigró a la dirigencia, reprimió a los indígenas, los insultó y desató una fuerte represión a un sector del país que tiene voz propia. Esta vez, varios dirigentes de la década saqueada se muestran a favor de las protestas y anuncian que se debe derrocar al Régimen de Lenin Moreno. Se mezclan en las calles sospechosas infiltraciones denunciadas luego por la un sector de la dirigencia indígena. Violencia extrema, destrucción, extranjeros presuntos autores de actos vandálicos, y ahora una suerte de comando con información delicada de las altas autoridades.

El Gobierno denuncia una conspiración. El país democrático debe identificar a los conspiradores, a los que impusieron un gobierno autoritario y déspota que le debe millones de explicaciones y de dólares al Ecuador cuyos altos personeros están prófugos o encuentran cómodo asilo con complicidad de sus contactos siniestros. Ellos quieren dejar a Quito, a su patrimonio, a la riqueza del campo y al tejido productivo como tierra arrasada, recuperar el poder y construir un proyecto hegemónico. Contra el intento dictatorial ley, más democracia.

Campesinos y Gobierno deben dialogar y lograr acuerdos y justas compensaciones.

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