La soledad del poder existe. Es el precio de la responsabilidad cuando no se elige el camino fácil de la demagogia y el discurso fácil.
Nadie quiere que se eleven los precios. Pero la realidad es que mantener subsidios a los combustibles sin asumir la opción de revisarlos de una vez por todas es el reto que ningún político quiere asumir.
La mayoría de ellos cuida su capital político (¿popularidad, posibles votos futuros, salvarse de la quema de la historia?).
Ha sido más fácil siempre voltear a ver a otro lado y patear la pelota para que el gobierno siguiente lidie con el asunto.
El problema evidente es que después de la década saqueada el país quedó devastado. Esas ligerezas de seguir manteniendo subsidios que, como dijo el sabio que hoy vive en Bélgica, siempre benefician a los más ricos, suponen menos escuelas, menos medicinas, menos bienestar social.
Eliminar subsidios es una decisión valiente. Pero tiene su costo político.
Ya se echaron a la calle los gremios del transporte. La mayoría de pequeños propietarios de un taxi o hasta un bus saben que elevar los combustibles tiene su impacto. Es lógico que estén preocupados.
Pero lo curioso es que los dirigentes siempre pertenecen a una élite que amasa fortunas, acumula poder económico y político, muchos tienen varios buses y disponen de más dinero que la mayoría de la gente que mal pagan y peor transportan.
Cuando vemos anunciar un paro sin siquiera poner sobre la mesa los argumentos técnicos que con seguridad sustentarían un aumento de pasajes, da sospecha.
Seguro que el costo de la gasolina influye, habría que ver en qué medida. Pero lo que sí es seguro es que muchas veces el poder los protege y ellos protegen al poder. Bueno sería averiguar cuántos han sido diputados y concejales y cuánto han aportado a las campañas, vía arroces verdes o de cualquier color, para luego seguir reinando.
Y el reino de los buses supone dominar las carretas, correr a sus anchas, no tener límites de velocidad, no disponer de los implementos técnicos que limitan esa velocidad, como hay en otros países, e ignorar los letreritos de velocidad máxima.
El Gobierno anterior, y sus operadores políticos, tan solícitos ellos en atacar a Moreno y hasta exigir que se vaya, todavía no responden por haber disminuido los chequeos mecánicos de buses y camiones y haber favorecido las escuelas de conducción que arrojan irresponsables, muchos de los cuales salen a las carreteras, causan muertes y huyen. De esas y otras trafasías todavía le deben al país una explicación seria.
Y como si la protesta no fuese un derecho y el camino legítimo, la violencia, el ataque a las personas, la destrucción de bienes y hasta el saqueo y el abuso proliferaron.
Muchos añoran los tiempos de la revolución de la impunidad y la metida de mano en la justicia y cuyos directores de orquesta dirigen desde Europa, México o algún paraíso en tierra de Maduro, la partitura del caos pretendido.