Cubanos salen de su país, también haitianos. Pese a que esta crisis migratoria es diferente a la de Siria es tan desgarradora como cualquiera otra donde se vulnere uno de los principios humanitarios básicos como es la libertad. Más allá de la diferencia entre deportación y expatriación, los cubanos fueron repatriados contra su voluntad, ellos querían asilo o refugio en Estados Unidos. No emitiré juicio de valor, mas no puedo dejar de expresar la angustia por lo que ocurrió con más de un centenar de cubanos. Si fue acertada o no la decisión oficial, que cada cual juzgue de acuerdo con su conciencia pero, como dijo Gramsci, “la indiferencia es el peso muerto de la historia”.
El siguiente testimonio es extraído de una carta que reproduce el diario electrónico Plan V, dirigido al Presidente por el cubano Jesús Enrique Pérez: “Decir que estos actos son para cuidar a los cubanos es algo burlesco. Con el desalojo y la deportación, se ha provocado un éxodo a otras partes de los cubanos temerosos de ser devueltos a Cuba y ya muchos han caído en redes de tráfico de personas o coyoteros. Así que, indirectamente, al negar la ayuda solicitada, los cubanos han caído en las redes de tráfico por sus actos. Y muchos de los deportados ya fueron entrevistados por la seguridad del Estado cubana por la manifestación del 4 de julio aquí en Quito y muchos, de una forma u otra, sufrirán consecuencias desconocidas e irreparables por no estar de acuerdo con la política del gobierno cubano”.
Ahora un extracto tomado del libro de Roberto Ampuero ‘Nuestros años verde olivo’ (1980, pedido de asilo en la embajada de Perú y el caso conocido como éxodo de Mariel): “La camisa le asomaba desgarrada por sobre el pantalón, contenía el llanto y le sangraba una ceja, y sin embargo no hacía intento alguno por protegerse de los manotazos y escupitajos que le propinaban los manifestantes… Caí en la cuenta de que el hombre de rostro pálido y desencajado, de cabellera rociada de escupitajos, no se protegía de los ataques, porque con sus manos cubría la cabeza de un niño, seguro (que era) su hijo, que caminaba a su lado llorando mientras la masa apabullaba a su padre con insultos y empellones.
“El hombre parecía alzar sus ojos hacia quienes lo rodeaban suplicando ayuda, buscando un aliado, a alguien que le tendiera una mano y le salvara con su hijo del vendaval. Pero era en vano. ¡Gusano, escoria, vende patria, contrarrevolucionario hijo de p…!, vociferaban a coro una y otra vez las gargantas enronquecidas en su propia cara, y la gente le propinaba manotazos y le tironeaba de la camisa mientras el hombre, inmutable, paralizado ya quizás por el miedo, solo atinaba a mantener sus brazos sobre la cabeza de cabellos claros de su pequeño anhelando una tregua”. Deportación o repatriación, da lo mismo.