La crisis de desprestigio, falta de liderazgo, las sospechas sobre los turbios manejos de los recursos públicos en la Municipalidad de Quito ha llegado al fondo del abismo.
El Tribunal Contencioso Electoral ha insistido en que con su fallo de última instancia el exalcalde fue removido. Santiago Guarderas actuó como tal durante once días y llegaron en seguidilla una serie de recursos de protección cuya metodología para introducirlos a tratamiento, los argumentos de su aceptación y el fallo de la Corte Provincial, vuelven a poner en tela de duda el aval y la calidad de una justicia que debe ser ciega, independiente, proba y ponderada.
Mientras la Corte Constitucional estudia y sustancia el caso que ha llegado a su conocimiento y admite a trámite por su gravedad y relevancia, la maraña de un Cabildo con una numerosa nómina de más de 20 000 empleados no puede dejar a la capital paralizada, asfixiada, diríamos.
Hay varias tareas urgentes: el rol municipal en la salud, ahora que estamos en pandemia y con exigencias de salud pública al límite, debe acometerse de modo serio.
La movilidad con dos días de paralización de autos privados; los buses, colectivos y troles abarrotados son un peligro para la salud de las personas. El Metro sigue detenido en la entraña de la ciudad y su operación es cada vez más lejana. La obra más costosa de la historia tirada al abandono. No puede ser.
Quito fue ejemplo en materia de agua potable y recibió premios internacionales. Ahora las presunciones de corrupción también nublaron a su empresa de Agua Potable y alcantarillado. Otro desastre. Y aún hay más: los jardines con maleza, los parques descuidados, las calles con baches y las obras públicas a paso de tortuga, cuando hay causas judiciales de autoridades y contratistas en plena sutanciación.
La ciudad luce desaseada, hay que adelantar planes para la recolección efectiva de basura y las grandes soluciones que garanticen el futuro. En fin, los problemas están en todas partes y los funcionarios no dejan de bailar y hundirse en disputas inoficiosas.
Tal vez es hora de convocar a una cita de alto nivel, así como sucedió en la Guerra del Cenepa, cuando Sixto llamó a Carondelet a los ex presidentes y ellos acudieron con generosidad cívica y de patria.
El Presidente tiene liderazgo y puede juntar a cuatro ex alcaldes de prestigio y credibilidad, cuya administración ya está lejana en el tiempo a fin de no generar susceptibilidades de afanes electoreros futuros. Allí pueden estar Rodrigo Paz, Paco Moncayo, Roque Sevilla y Andrés Vallejo. Tienen experiencia y sentido de país. La academia puede aportar con la metodología y así formular salidas urgentes y planes de futuro.
Más allá del fallo de la Corte Constitucional que debe ser acatado en derecho, me temo que va a hacer falta esta cruzada por la unidad, el trabajo conjunto, el trazo de metas claras y propuestas cívicas de alto nivel para levantar a la ciudad, devolverle la condición luminosa de su altiva historia y darle rumbo, guía y razón de ser y vivir.