Ha sido un año extraño el 2021. Empezó con la esperanza renovada tras la pandemia del 2020 y sus catastróficas consecuencias. Sin embargo, la estela de la muerte y la severa crisis económica nos han seguido todo este tiempo con su rastro indeleble, sin tregua para la humanidad que aún acusa los efectos del virus y sus constantes mutaciones sin que alcancemos a ver su final.
Los primeros meses en el Ecuador se vivió en medio de la tensión electoral. El panorama se presentaba turbio ante la posibilidad de que volvieran al poder aquellos que habían empezado la última debacle del país durante la década de mayor corrupción, escándalos, atropellos y abusos de los últimos años. Finalmente, triunfó la democracia y aquellos que anhelaban impunidad y revancha, tuvieron que mantenerse en el exilio o en sus guaridas. Desde allí, han seguido creando zozobra. Lo seguirán haciendo sin duda en este nuevo año, pues su intención es acortar los tiempos para volver por más.
Ha sido este 2021 un año de violencia inusitada. Y es que el narcotráfico no perdona a los que pretenden entrometerse en su negocio. Esto ya ha quedado claro y seguramente veremos más escenas brutales en las cárceles y en las calles. Ellos no olvidan su década dorada, la que les dio la posibilidad de delinquir en libertad, con la complicidad y el descontrol de sus amigos. Vendrán, por supuesto, más tiempos oscuros. Ojalá arranque de una vez por todas la reforma total al sistema penitenciario y tengamos verdaderos centros de rehabilitación social.
La recuperación económica, aunque lenta, se empezó a sentir en el segundo semestre. Un buen portafolio de inversiones extranjeras, tan necesarias para el desarrollo y sostenibilidad del país, se han anunciado gracias a la seriedad y confianza que ofrece este gobierno. La seguridad jurídica será fundamental para que esas ofertas se concreten. Algo han subido las cifras del empleo formal, el principal problema que acusan los ecuatorianos, y deberían ser aún mejores en el año venidero si se mantiene el rumbo con cautela, seriedad y transparencia.
Hace pocos meses escribí un artículo en el que confirmaba mi presencia en esta columna que he mantenido de forma ininterrumpida por casi diez años. EL COMERCIO, este diario centenario, símbolo de libertad, pluralismo e independencia, no ha logrado escapar a la crisis y a los procesos de transformación y adaptación de los medios de comunicación en la nueva era.
Hoy, en el cierre del 2021, debo anunciar a los lectores que este será mi último texto en EL COMERCIO. Me despido con la sensación de vacío que nos embarga en el duelo de una persona a la que ya se ha empezado a extrañar. Esta columna, así como el Diario y la gente que ha pasado por él, han sido y seguirán siendo parte de mi vida. No me queda sino agradecer a los lectores y a esos queridos amigos, a los que aún son parte del presente y a los que se añora en tiempo pasado, por haberme permitido escribir cada semana para ustedes.