Incluyéndome. Tan torpe, me dejé llevar por el romanticismo de la propaganda y fui tontamente idealista. Yo fui parte del 80% de ecuatorianos que llegamos a votar por Correa. Me dejé ver la cara. Caí como un pobre inocentón. Y, ahora me doy los dientes contra el asfalto.
Por soberanía teníamos que expulsar a los estadounidenses de la Base de Manta. ¡Por soberanía! Y, la mayoría de ecuatorianos dijimos, “Sí, correcto.”
“De los narcotraficantes nos encargamos nosotros”. Somos tan organizados, tenemos tantos recursos, nuestras fuerzas – policías y militares – son tan impolutas, la seguridad se nos da con tanta facilidad, que la lucha contra el narcotráfico la podemos hacer sin ayuda. Y la gente aplaudió. A mí esto no me hacía ningún sentido, pero me dejé llevar. Creer en Correa un segundo es torpe, yo me demoré dos años, hay gente que todavía no despierta.
Fue bastante altanera la forma en que se atacó la presencia de los estadounidenses en Manta. Se les mandó sacando como quien saca basura. Poco tiempo después el entonces Presidente de Colombia denunciaba el financiamiento de la campaña de Correa por las FARC. Los ecuatorianos nos enterábamos de los Ostaiza, de Chauvín, y el resto de indicios del financiamiento narco de ese “proyecto revolucionario.” Años después, los políticos de Manabí se oponen a que se instalen radares en Montecristi. Los Choneros, los Lagartos y otros, operan como si el país les perteneciera. ¡¿Cómo no?! ¡Si se les entregó el país!
Correa sacó a gritos al gato, para entregar el país a las ratas. Y los electores, se dejaron embeber por la palabra soberanía. ¿Cuál soberanía? ¿La que ahora tenemos? O, más apropiadamente, ¿la que tienen ahora los grupos irregulares sobre sus territorios, instituciones y provincias?
Me permito hacer dos elucubraciones. La primera, me imagino la mente de un narcotraficante cuando veía a los estadounidenses expulsados, seguramente alguno pensó “ahora si reinaremos, con completa… soberanía”. La segunda, la mente de uno de los militares expulsados cuando salían del país, “¿Tanto nos quieren afuera? ¡Veamos que tal les irá!”.
Ahora cuando miro la crisis delincuencial, cuando veo el estado de excepción pienso que fuimos unos mensos. Hay que aceptar errores. Pediría disculpas a los estadounidenses por el desprecio con el que este país juzgó su trabajo. Con el rabo entre las piernas habría que pedirles que vuelvan.
Pero no. No se puede. Correa se aseguró de dejarles el reino libre a los narcos. Constitucionalizó la prohibición de tener bases militares extranjeras (parece chiste, pero no es). Para que no haya más “entreguistas”. ¿Entreguismo? Para mi ese ser es el mayor y peor entreguista de la historia de este pobre país.