Soplan buenos vientos

El cambio de gobierno en los Estados Unidos ha traído ese ambiente de serenidad y esperanza que suele aparecer después de las grandes tormentas. El período de Trump, que como era previsible no estuvo exento de turbulencias, excesos y vergüenzas, llegó a su fin tras el escandaloso asalto al Capitolio, un episodio que dejó en vilo la democracia del país y que puso a prueba la fortaleza de su institucionalidad.

Hoy, tras la ceremonia de posesión de Biden, por lo menos de forma temporal, soplan buenos vientos. Las borrascas aparecerán pronto en el horizonte y vendrán también nuevas tormentas, entre ellas la que se desatará en el senado por el nuevo juicio político contra el ex presidente, responsable directo de los hechos ya mencionados.

El populismo ha perdido un líder con este cambio de mando en la primera potencia mundial. Algunos dictadores del otro lado del planeta se sentirán en orfandad con la salida de su colega, que no solo resultaba un buen socio para ciertos negocios, sino que además compartía con ellos la vulgaridad y las poses chulescas del matón de barrio rodeado de sus acólitos.

Por ahora, con un integrante menos en la banda de los caudillos, la ficción de Margaret Atwood no se convertirá en una cruel realidad, y asumo que en los siguientes cuatro años tampoco entrará nadie a descubrir semejanzas o encontrar parecidos en aquel inmenso territorio con la trama y los personajes de las novelas de George Orwell y Ray Bradbury, aunque ya se ha visto en otras ocasiones que el poder es capaz de envilecer incluso a aquellos que pintaban para santos.

Desde esta semana, la América más folclórica, la de los golpes, sublevaciones, desórdenes y revoluciones fallidas, acusa una cojera pronunciada en su pata derecha. Tan solo queda Bolsonaro como la cuña que intentará ajustar aquella desigualdad entre los populistas dicharacheros de uno y otro lado de la mesa.

Ciertos ejemplares de la perniciosa izquierda latinoamericana cobijada por el socialismo del siglo XXI, han despedido con grandes aspavientos a Trump en un intento por congraciarse con el imperio de sus pesadillas. Intuyo, eso sí, que a una parte de ellos les servirá de poco y les durará nada el adulo hacia Biden, sobre todo mientras mantengan su natural inclinación por pasar de la democracia y jugar al monopolio en el lado oscuro del tablero.

Para esta nueva época, para los buenos vientos que soplan hoy, les recomiendo leer y releer esas novelas que han retratado con tenebrosa precisión a los dictadores de turno, personajes nefastos de la política de nuestro continente, desde la añorada ‘Sobre héroes y tumbas’ de Sábato, o ‘Yo el supremo’ de Augusto Roa Bastos, o la nueva edición de la Real Academia de la Lengua de ‘El señor presidente’ de Miguel Ángel Asturias, entre otras; y, cómo no, las más recientes obras que descubren a los innombrables tiranos del presente: ‘Patria o muerte’ de Alberto Barrera Tyszka y ‘The night’ del venezolano Rodrigo Blanco.

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