Quieren reventar el proceso
En los días sombríos que vivimos, la política luce más nebulosa y es más difícil descifrar los juegos que están en curso. Es penoso creer que un hecho como esa reunión, a la hora de los murciélagos, entre el candidato Yaku Pérez y el juez Ángel Torres, no tenga consecuencias. El juez no ha renunciado, el candidato se defiende atacando, el anfitrión calla, ninguna autoridad dice nada, los políticos hablan de otra cosa y los medios parecen dar por concluido el episodio. Parece que Seraquive no nos dirá por qué citó a los dos, a la misma hora y en el mismo lugar, no nos dirá cuál era su prerrogativa o valimiento para convocarles. Nadie nos dirá quién filtró la información y para qué.
Las maniobras que se tejen en torno a los resultados electorales generan rumores y opiniones que abren y cierran caminos para el futuro. Desde abrir las urnas y contar votos para recobrar la confianza en el proceso, hasta llamar a la fuerza pública para que proteja nuestros derechos. Se habló de la conveniencia de que sea Pérez quien compita con Arauz y no Lasso, del cambio de consejeros en la función electoral, de la repetición de la primera vuelta, de un pacto secreto entre los ganadores, de golpe de Estado, de intervención extranjera, de guerrilla y narcotráfico. Es claro que hay fuerzas poderosas interesadas en abortar el proceso electoral.
Las fuerzas del populismo, nacionales e internacionales, quieren recuperar el poder en Ecuador a cualquier precio y, no se sabe por qué exactamente, fueron los primeros en desacreditar el proceso. Fuerzas de la derecha liberal quieren evitar el retorno del populismo a cualquier precio y no confían en la victoria. Los candidatos están asediados de rumores y presiones de todo calibre. Los ciudadanos lucen impávidos.
No tenemos más remedio que afrontar el futuro y solo hay dos maneras de hacerlo, con miedo o con esperanza. El miedo es regresivo, es temor a las malas experiencias del pasado, al retorno del populismo, a perder la dolarización, a la venganza de los resentidos. La esperanza mira hacia el futuro, es confianza en la recuperación económica, en derrotar la pandemia, en recuperar los puestos de trabajo, en unirnos a favor de algo.
Los candidatos, agotados en la lucha contra los adversarios, contra los rumores, contra sí mismos, no tienen ya arrestos para plantear objetivos que arrastren, que inspiren, que unan; no proponen construir un país, no nos dicen qué podemos hacer los ciudadanos. Nos tratan como a mendigos repartiendo dinero; como a cobardes asustando con peligros; como a moribundos ofreciendo vacunas.
Los que quieren reventar el proceso electoral, están agazapados detrás de los acontecimientos y, al parecer, todavía no saben qué son para nosotros, ¿son nuestros padres, nuestras enfermeras, nuestros amos, o nuestro ángel vengador que quiere satisfacer nuestra voluntad de destruir todo lo que nos ha decepcionado?