Larry Summers, secretario del Tesoro de los EEUU durante la presidencia de Bill Clinton y director del Consejo Nacional de Economía con el gobierno de Barack Obama, recuerda un diálogo poco conocido entre Ronald Reagan y Mijaíl Gorbachov en la Cumbre de Ginebra de 1985.
El mandatario estadounidense planteó a Gorbachov una pregunta insólita: si seres extraterrestres invadieran los EE.UU., ¿se movilizaría la Unión Soviética en apoyo de la superpotencia rival? El líder soviético respondió afirmativamente y propuso a Reagan la misma interrogante, pero con la hipótesis inversa, y recibió análoga contestación.
A partir del inesperado diálogo, la reflexión de Summers concluye con la constatación de que si “las invasiones de extraterrestres del espacio exterior son materia de fantasía y ficción, la invasión de virus de nuestro planeta a nuestros cuerpos es nuestra realidad actual. La pandemia con la que hemos estado viviendo es lo más cercano a la realidad que se convierte en una amenaza común que trasciende las fronteras internacionales, los sistemas políticos y las naciones, sin ningún tipo de límite humano”.
Sin embargo de la evidente necesidad de una acción transnacional contra un virus frente al cual no sirven límites territoriales ni muros, esa acción ha sido mínima. La lucha por la salud de la humanidad pasa por la cooperación global y compromete sobre todo a las grandes potencias.
Summers propone financiar la vacuna para todo el mundo. ¿Ingenua utopía cuando las países ricos han adquirido ya toda la producción de vacunas del 2021? No se trata de un programa de asistencia de los países ricos hacia los países pobres, sino de un alto interés para la defensa nacional, una medida que conviene a todos. Mientras no se combata de forma global al virus, más posibilidades existe de su mutación.
La segunda propuesta es mantener esa cooperación global para enfrentar las eventuales nuevas pandemias que azoten a la humanidad. Y la tercera, luchar para reducir las abismales diferencias entre los países industrializados y los países en vías de desarrollo.
La misma tendencia a juntar esfuerzos debería alentar las políticas locales. Poner las vacunas al alcance de toda la población es un reto que aún luce lejano para la salud de países como el nuestro y las dificultades de hacerlo evidencian las abismales diferencias entre los sectores sociales minoritarios que cuentan con recursos económicos y los mayoritarios que no los tienen y viven bajo la línea de la pobreza.
La lucha contra la desigualdad debería volcarse a mejorar los servicios de salud y posibilitar el acceso a ellos de la población más pobre y vulnerable. Se trata también de un objetivo nacional. La solidaridad y no el sálvese quien pueda es el gran reto para el Nuevo Año.