La vacuna

La pandemia alteró la planificación mundial, eventos internacionales se suspendieron o trasladaron a fechas posteriores, 34 países aplazaron elecciones, entre ellos, Hong Kong, nueva Zelanda y Bolivia; la edición de los juegos olímpicos de Tokio 2020 se movió para 2021; la cumbre climática COP26 a realizarse en Reino Unido también quedó sin fecha, igual que las ferias de turismo más importantes del planeta, como la ITB de Berlín y de Shangai, Venecia se quedó sin su tradicional carnaval, y la lista sigue.

La aparición del virus es quizá la batalla más importante que enfrenta el siglo XXI, después de las dos guerras mundiales de los años 1914-1918 y 1939-1945 del siglo pasado, contradictoriamente a todo pronóstico y avance de la sociedad tecnológica por excelencia, vanagloria de esta civilización. La aparición del virus constituye para la comunidad mundial un gran retroceso y también un gran reto, dependiendo de la óptica desde la cual se mire.

La lucha de los gobiernos, organizaciones y personas de todo el mundo por detener la propagación del coronavirus ha sido y sigue siendo intensa, la esperanza de la vacuna alivia el dolor de quienes sintieron de cerca el golpe mortal del virus y anima a quienes desean vehementemente volver a la normalidad de años anteriores al 2020.

Los científicos no descansan, el personal sanitario trabaja sin tregua y se procuran los recursos financieros en pro del remedio que pueda devolvernos la tranquilidad y la estabilidad.

No obstante, hay otra vacuna ya probada y garantizada de la cual poco se habla y a cuyo uso nos resistimos, porque significa en la mayoría de casos cambiar un estilo de vida libertino por uno más moderado, porque demanda renunciar a la comodidad, al abuso y a la prepotencia de la especie humana y reemplazarlos por el esfuerzo, la austeridad y la humildad.

Porque esta vacuna nos pide cautela en la consecución de los recursos, racionalidad en el uso y respeto a la tierra y todo lo que puebla en ella, virtudes que la humanidad contemporánea desconoce, gracias a la globalización, al consumo y a la codicia por la riqueza, entendida esta como la acumulación de dinero que lo permite todo.

Imaginémonos por un instante lo diferente del universo sin inequidad social, sin contaminación, sin el saqueo del petróleo y minerales nativos que intoxica fuentes y ríos otrora corrientes frescas y puras, sin el uso indiscriminado del plástico que ahoga miles de especies marinas, sin la feroz deforestación de las selvas amazónicas, sin el irrespeto a los animales como los tiburones a los cuales se los cercena sus alas para satisfacer el apetito de unos pocos, etc. Ansiamos la vacuna de laboratorio, que tal vez llegue pronto y nos cure temporalmente del mortal virus sars Cov2, rechazamos la vacuna que podría mantenernos en cordura y coherencia con la utopía de la “racionalidad” humana, so pena de perecer con ese membrete.

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