Vacuna anticorrupción

Ya irá llegando a paso de gato en la niebla la vacuna que nos libre de la muerte. El nuevo presidente de los Estados Unidos luego de llorar por sus muertos obligará a usar mascarillas a todos los suyos. Y se lanzará a vacunarlos. El sol se pone sobre el gigante dormido. Le amanece la esperanza, le llega un mediodía de sentido común, las campanas lo llaman a creer en la vida. El mar golpea las playas, pero en el centro de sus dos océanos las aguas son azules y profundas y hierve la vida submarina creando resurrección y esperanza.

También a nuestro país crucificado entre el hambre y el egoísmo le llegará la resurrección. Venceremos la pandemia con la ayuda de la ciencia y con la solidaridad internacional que nos visitará a paso de gato en la niebla. Sin embargo, nuestro océano es turbio en sus más hondos abismos. La corrupción nos ha acompañado desde que fuimos parte del gran imperio español en el que no se ponía nunca el sol de la sed del oro hasta nuestros días en que esta sed nos ha secado la garganta y nos ha convertido en una nación esqueleto, de huesos tendidos en el desierto de una gran iniquidad. Ya lo son las pequeñas poblaciones de la costa manabita y en especial Pedernales sacudida por un sismo, víctimas de una voracidad que se ha tragado todo el dinero de la reconstrucción. Van ya cinco años en que los enfermos no tienen dónde curarse. No debemos quedarnos impávidos, mongoloides, ciudadanía en que nuestra identidad es el síntoma de Down social, pero sin inocencia sino cargada de una mudez moral de espanto. La crisis que nos azota, mayor que la de los años cincuenta del siglo pasado en que estábamos a punto de sucumbir por el Tratado Secreto Mosquera -Castilla, a punto de ser engullidos desde el norte por Colombia y desde el sur por Perú. Hoy nos engulle la corrupción. Es la hora de morirnos de corrupción o de un esfuerzo común y continuo de unos treinta años para extirpar este mal y sobrevivir y ser una nación a la altura de nuestro paisaje tan singular bajo la luz de un sol equinoccial. Mucha luz natural. Mucha sombra moral. ¿Qué hacer, cómo hacerlo?

Reconstruyendo nuestro tejido social en que la participación ciudadana se regenere por la educación, empezando, por ejemplo, con reuniones en pequeños grupos que se reúnan a reflexionar cada semana, amigos y solidarios, sobre un manual de temas éticos diseñado para cubrir las cincuenta y dos semanas de cada año sobre nuestro ser y nuestras obligaciones y con un propósito semanal de hacer algo concreto por la familia y por llenar la brecha que media entre el ciudadano pobre, hambreado e ignorante y los que comemos y tenemos una vida mejor. Esta es la más eficaz vacuna contra la corrupción. Un cambio pequeño, trascendente, continuado y común. Querer lo que nunca se ha hecho desde que somos ecuatorianos. Podremos hacerlo si empezamos con sencillez y bondad, poco a poco. Seamos, por fin, ecuatorianos.

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