Statu quo inevitable

Como el crecimiento de la economía ecuatoriana sigue siendo más lento que el de la deuda externa, estamos propensos al desbarranco, ya que no hemos sido capaces de crear las condiciones para crecer más rápido ni actuar con criterio de escasez para bajar las necesidades de financiamiento.

La visión del Gobierno -al presentar una Prof orma optimista y deleznable a la vez- es mantener el statu quo para no hacer olas, a pesar de que se afecta al empleo particularmente de la población joven que sale al mercado del trabajo a sufrir una decepción. La parsimonia con la que actúan tanto el Gobierno como la empresa privada no abona a la traslación del desempleado público al empleo privado pues solo se hacen inversiones vegetativas, es decir las indispensables para mantener su presencia o las que vengan del exterior a comprar las empresas que ya están en marcha.

La focalización de los subsidios a los combustibles no se tratará sino hasta después de las elecciones intrascendentes de marzo, porque así funciona nuestro populismo clientelar, mientras tanto seguiremos contratando créditos chinos aprovechando la garantía petrolera dada por el gobierno anterior, re-perfilando la deuda con los mismos acreedores, una vez que ya se han recibido préstamos riesgosos (repos) con altas garantías.

En la proforma presupuestaria hay un hueco negro de USD 1 000 millones que se piensa solventar vendiendo o concesionando las empresas públicas, que supongo se refieren a las empresas que no ha podido administrar el Estado como TAME, porque no creemos que se toque a las empresas que dan buenas utilidades como la telefónica, la eléctrica o la de seguros. Recordemos que por varias décadas estuvo concesionada a una firma extranjera la empresa eléctrica de Guayaquil, que tuvo que ser intervenida por el gobierno de Rodrigo Borja porque se sacaban rápidamente las utilidades sin renovar el equipo envejecido.

Muchos opinantes urgen que se acuda al Fondo Monetario Internacional para presionar a que se ordene la economía ecuatoriana, pero los subsidios seguirán favoreciendo a los que no necesitan, y, en medio de tanta debilidad política, es iluso pensar que se pueda revertir el populismo contraproducente, que ha sido uno de los causantes de la debacle venezolana.

Solo cuando lleguemos al abismo nos obligaremos desesperadamente a construir una posición política nacional con la responsabilidad de todas las fuerzas sociales y económicas, que implicaría sacrificio ahora y beneficio mañana. Entonces podrá el país decidir a base de la unidad, con el concurso de: la empresa privada, trabajadores, consumidores, jubilados, académicos, ciudadanos de todas las provincias y no solo de Guayaquil, Quito y Cuenca, militares y policías, en fin, de toda la opinión pública para poder crear empleo adecuado. Hasta tanto, los subempleados y desempleados serán más numerosos y la pobreza estremecerá al país.

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