En la parte posterior de un taxi, se lee este mensaje: “Salgo con Dios a trabajar; y si no regreso es porque me fui con Él”.
Esta frase recoge la terrible realidad actual, debida a la actuación de la delincuencia.
Se ha tornado información diaria aquella relativa a asesinatos que, se dice, se deben a un ajuste de cuentas en el mundo del narcotráfico. ¡Ecuador convertido en bodega de estupefacientes!
Amenaza al campo político. Que un funcionario de justicia causaba molestia, a la tumba. Que la Directora de una cárcel no dio complacencia a determinados presos, la asesinan pese a que ya no ejercía esa función. Que el Concejal de Riobamba señor Patricio Guaranga se atrevió a realizar investigación, el asesinato acabó con él.
Y en el alto poder, se diluye la investigación del caso del Gral. Jorge Gabela, ex jefe de la FAE, opuesto a la compra de los helicópteros Dhruv. Se está tornando imposible conocer los autores intelectuales de su asesinato.
Guayaquil sufre la mayor actividad de la delincuencia. Quito, no queda atrás. En los primeros seis meses de este año han cometido 3.360 robos a personas; 923, a domicilios; y 740, de automotores. En total nacional, en el 2018 robaron a 14.313 personas; y en este 2019, un total de 15.477. En cuanto a domicilios, el total nacional fue de 6.846 el año pasado; y en 2019, 5.550. ¡En lugar de disminuir, los hechos delictivos están aumentando!
¿Acaso no estamos viendo cada día cómo los delincuentes comunes ingresan a locales comerciales y restaurantes donde desvalijan a los clientes, con arma de fuego en mano? No les importa que los aparatos de filmación los registren: ya no se cubren la faz.
Desde cuando se descubrió que han estado secuestrando chicas adolescentes para llevarlas al exterior y dedicarlas a prostitución, una ola de miedo circula en los hogares.
Surge una nueva preocupación; ésta no de delincuencia común pero sí de peligro grave. A título de “política” aparecen individuos inmiscuidos en manifestaciones, cubiertos el rostro con un pañuelo. La Ministra del Interior argumenta que hay libertad de manifestación y, por lo mismo, no se justifica que oculten la faz.
Los guerrilleros colombianos del Ejército de Liberación Nacional (ELN) se cubren el rostro de esa manera. Hace unos 30 años también guerrilleros principiantes del Ecuador lo ocultaban. El peligro puede derivar en delincuencia abierta, toda vez que una incipiente guerrilla necesita bastante dinero para su operación y subsistencia. Ocupados en esa tarea ya no pueden trabajar, pero su hogar necesita ser mantenido.
Y si se aprieta un poco las tuercas, aparece que todos los culpables invocan los derechos humanos y las garantías constitucionales y legales, en su beneficio. Tal parece que en nuestro país la gente honrada no tiene ni siquiera esos derechos.