El fallecimiento de un hombre tan valioso como Luis Parodi actualiza la reflexión sobre sus valores y sobre los bemoles del ejercicio de la Vicepresidencia de la República. Con la Constitución vigente, la posición del Vicepresidente es más compleja por la dependencia total con el Presidente, que le asigna -o no- funciones, las retira o altera, y requiere, por lo mismo, su ejercicio, de carácter y delicadeza especiales.
Los políticos, y no hay Presidente que no lo sea -aunque con el desprestigio de la política traten de parecer lo contrario- son seres humanos especialmente susceptibles. Disfrutan de la figuración y del primer plano. Sus áulicos resaltan su figura, generalmente con exageración, sin tomar en cuenta que puede causar el efecto contrario del que buscan.
Cuando alguien, el Vicepresidente o un Ministro, destacan, por su actuación o porque su personalidad y las circunstancias así lo determinan, hay preocupación en los que rodean al mandatario, acicateado por los cortesanos y aduladores que nunca faltan. Hay veces, en que una figura opaca a otra, lo que exacerba humanas susceptibilidades.
Luis Parodi, caballero a carta cabal, hombre de gran personalidad, amplia cultura y sentido común, nunca tuvo afán de figuración, rayando en la exageración. Nunca despachó en la oficina presidencial cuando reemplazaba al Presidente. Consultaba delicadamente sobre alguna acción trascendente. No soy político, soy politécnico, repetía cuando alguien sugería alguna acción política. Su discreción, delicadeza y lealtad construyeron una relación sin ninguna fisura con el Presidente Borja en los cuatro años de gobierno.
Pero esa no ha sido la tónica común. Jorge Zavala tuvo problemas con Velasco Ibarra, que dijo que el vicepresidente era un conspirador a sueldo. León Roldós, con Osvaldo Hurtado. Blasco Peñaherrera con León Febres Cordero. Alberto Dahik con Sixto Durán. Alfredo Palacio con Lucio Gutiérrez. El protagonismo público de los vicepresidentes estuvo presente, para bien o para mal, en mayor o menor grado.
Hoy se comenta, muchos tratando de buscar cinco pies al gato, que el Vicepresidente tiene problemas con el Presidente. Hay quienes aplauden que se lo relegue y otros piden que se lo promueva. Otros exacerban irresponsablemente el regionalismo. La circunstancia trágica que vive el país puso en primer plano al Vicepresidente, con riesgo de opacar al Presidente, aunque no haya sido esa la intención.
También hay que cuidar las formas para evitar que las humanas debilidades, las legítimas aspiraciones y los riesgos inherentes, distorsionen la realidad y conspiren contra la eficacia de la gestión. En cualquier caso los mandatarios están obligados, siempre, a superar diferencias, dejar de lado susceptibilidades secundarias ante el interés nacional.