En propuesta 1, expusimos cómo deshacernos de la actual Constitución y cómo adoptar la de 1998. Insistimos en que la de Montecristi es la responsable de que Ecuador se halle en pobreza suma, a merced de bandas de ladrones instalados en el poder, aliados del crimen organizado y de las mafias. El propio presidente de la República y los tres líderes que le ayudan, Martínez-Romo-Zevallos no pueden dar lo máximo de sus capacidades por el caos y libertinaje de nuestra carta política. Zafarnos de ella es fácil, pues no se trata de fabricar otra, peor y costosa, sino de volver a la de 1998, que ofrece grandes ventajas a bajo costo.
Hablando de esta última, decía un famoso constitucionalista, el finado Juan Larrea Holguín: (es) “Un paso más en la ‘codificación’ que se viene efectuando desde 1830 y que aún se encuentra inacaba a fines del siglo XX.” (Recordemos-que codificar es Hacer o formar un cuerpo de leyes metódico y sistemático, -y que la de 2008 quiebra este proceso, con su mote ‘Dejemos el pasado atrás”). Prosigue Larrea: “Eso viene a forjar una especie de Constitución consuetudinaria del Ecuador.”
En efecto, la de 1998 es la última Constitución que responde a la tradición constitucional del país. Codifica reformas y avances históricos de la evolución de nuestro Derecho Político. La primera, la de 1830, respondió al modelo francés (no al de los Estados Unidos). El francés concibe una Constitución abarcativa (que va aceptando los avances en libertad y derechos). Y así han sido -con sus más y sus menos- las dieciocho constituciones que precedieron a la del 98. En consecuencia, esta es la más perfecta de nuestras constituciones. Aquí, valga la pena una observación: Es lugar común, entre nosotros avergonzarse de haber tenido 19 constituciones frente a la única de los Estados Unidos con sus contadas enmiendas. No hay razón para sonrojarse, pues sería avergonzarse de la evolución de costumbres y culturas. En suma: Nuestro panorama constitucional, -excluido el cisne negro de la actual- presenta un panorama uniforme de estructuración del Ecuador como Estado de Derecho, democrático, republicano, de régimen presidencialista, libre y unitario, glorioso, sobre todo, por el progresivo afianzamiento de los Derechos Humanos. Y en el polo opuesto, el hiper presidencialismo de la actual, puesto en marcha por Correa.
Además, con la adopción de lo propuesto, se rehabilitaría el Estado de Derecho; los derechos se subordinarían a la Ley, desaparecerían el Consejo de Participación Ciudadana y Control Social, retornaría el principio de Legalidad que pone la Ley sobre las políticas públicas, recobraríamos nuestra soberanía al librarnos de entes al servicio de un gobierno supremo extraterritorial, como es el Crimen Internacional Organizado, cuya pálida muestra fue octubre 2020. Y sería compatible con las reformas propuestas desde el Comité por la Institucionalidad Democrática. ¡Ojalá! ¡Pronto!