No preguntes por la verdad

Un canal de televisión hacía conocer esta semana que ha enviado a la Presidencia de la República una nota de protesta por el abuso de la Secretaría de Comunicación al obligar a suspender los programas de información y opinión para transmitir una cadena nacional. Resulta fácil perder el sentido común en el poder y creer que se puede construir la realidad enviando versiones oficiales a los públicos que buscan información independiente en los medios privados; si los ciudadanos quisieran la versión oficial acudirían a la red pública de medios que es la más extensa y está al servicio del gobierno.

Las cadenas oficiales nos recuerdan que está vigente la Ley de Comunicación que tanto daño hizo a los periodistas, a los medios y a los ciudadanos. No bastaba la eliminación de una Superintendencia para creer que respiramos libertad de información. La ley hace a los medios responsables de las opiniones de los periodistas y mantiene a las empresas de comunicación dependientes de la decisión de los funcionarios porque no se ha resuelto la adjudicación de las frecuencias. La propia Constitución, afecta a la libertad de información porque otorga a los funcionarios la posibilidad de convertir el oficio de informar en violación de la ley.

El artículo 18 de la ley fundamental establece que la información debe ser veraz, verificada, oportuna, contextualizada, plural; ¿quién califica si se cumplen estas condiciones? Los funcionarios de turno. Con normas de este jaez, en cualquier momento llega un funcionario o un gobierno y restringe la libertad informativa.

Los medios se habían ganado la posibilidad de garantizar la veracidad de las informaciones con el concurso de periodistas profesionales incapaces de hacer informaciones maliciosas; la política, los medios públicos y el anonimato de las redes sociales han pervertido el periodismo y la verdad. Estamos como en tiempo de Poncio Pilatos preguntándonos ¿qué es la verdad?

Un jesuita hacía el relato de ese encuentro sobrecogedor entre Jesús y Pilatos, entre el mundo trascendente del espíritu y el prosaico de la política. El predicador terminaba el relato con la declaración de Jesús: “Para eso he venido al mundo, para dar testimonio de la verdad”; con un tono de tristeza acentuaba que Pilatos preguntó: ¿y qué es la verdad?, pero que no se interesó en la respuesta.

El mundo entero está escandalizado por el ocaso de la verdad. A la mayoría no le interesa y los malvados aprovechan la circunstancia para equiparar la verdad con la mentira, para crear verdades paralelas, verdades oficiales, verdades relativas. Los gobiernos dictan leyes para controlar la difusión de discursos de odio, racismo o fascismo, que circulan al amparo del anonimato; pero la preocupación de los líderes implica el riesgo de que se imponga la verdad de los políticos o las empresas tecnológicas que gobiernan el mundo. No preguntes por la verdad si no te interesa la respuesta.