Es conocida la sentencia de que existen seres que pertenecen a una comunidad que no se ubican a favor ni en contra de una posición o de un dilema; simplemente, están en contra de los que están en contra. Sin embargo, la situación del Ecuador es particularmente paradójica. Se trata de un intrigante zoológico de especies o series que a pesar de evidenciar signos de racionalidad, en el comportamiento social muchas de sus élite carecen de la capacidad de diferenciar el “yo” del “otro”. Simplemente ellos son felices, satisfechos y soberbios en un territorio donde no hay espacio ni fisura para el diferente. Alcaldesa contra el Gobierno; competencia de instituciones por el número de cadáveres; médicos contra las decisiones oficiales en salud y sanidad; salida a la crisis sin impuestos y con subsidios; unos por la ley humanitaria, otros contra la esa ley; buenos contra los malos en la dirigencia del fútbol y tensión histórica entre el poder central y los separatismos regionalistas que no desaprovechan la ocasión para adquirir barcos en remate que los conduzca a la isla Utopía que, según Tomás Moro en ulteriores versiones, si existe. Por eso en política los que tienen y siempre tendrán la razón se ubican como cruzados contra los del frente, contrarios, o “vendepatrias”.
En conclusión, la pandemia evidencia de que no aprendemos los consejos del canciller brasileño Oswaldo de Souza Arana, que en 1942 después de firmar el Protocolo, sugirió que aprendamos a ser un país y empecemos a tener una sola piel, no varias, como le corresponde a cualquier estado.
En este tema una académica mexicana de la Universidad de Sonora, Rosario Quintero dice: “es muy tenue la línea que divide al opositor del “contreras” a ultranza. El opositor tiene la muy legítima misión de vigilar la buena conducción de los asuntos públicos y de quienes se encargan de ellos, la pulcra aplicación de los recursos que son de todos y la de atajar los excesos en que suelen incurrir quienes se marean en cuanto se suben al ladrillito del poder. El “contreras” en cambio, es víctima de sus fobias partidistas o personales y termina anteponiéndolas al interés colectivo, escudándose en éste para justificar que no tiene más recursos. Cerrados de entendimiento y cortos de miras, los “contreras” creen cumplir con la altísima misión de salvar al mundo descalificando y rechazando cuanto se les atraviese, por el sólo hecho de que tal o cual iniciativa no fue suya o de su facción política”.
En un acto de crueldad estratégica algún asesor- ¿o quinta columna?, recomendó aplicar semáforos con un extraño tricolor. La máxima expresión llegó cuando se lo aprobó para todo el país y, luego de 24 horas, que cada municipalidad la aplique como a bien tuviere. Es crítico que los médicos no consideren que en algunas regiones el virus afecta al cerebro de dirigentes o representantes políticos.