Va a cumplirse un año de aquel octubre negro en el que el vandalismo, dirigido por un grupo de golpistas exiliados, aisló varias ciudades y carreteras del país provocando daños incuantificables a la economía nacional. Un año en el que los responsables materiales e intelectuales todavía transitan libres, sin sanción alguna por esos actos en los que, entre otros delitos concurrentes, se saquearon y destruyeron ciudades, edificios públicos, parques, vías, fincas florícolas, industrias, reservorios de agua, estaciones de bombeo…
Y, lo peor de todo es que la impunidad de la que han gozado hasta ahora los delincuentes de octubre de 2019 los ha envalentonado y pronto los tendremos en las papeletas electorales, tan tranquilos después de haber caotizado el país, después de haber provocado una gigantesca crisis política y económica, después de haber agredido, secuestrado y maltratado civiles y uniformados, y después de haber intentado derrocar al Gobierno por instrucción y conducción de un grupo de prófugos y proscritos.
Esa impunidad es la que hoy los lleva por el mundo, imperios incluidos en la gira, jactándose de los actos terroristas del anterior octubre, utilizando niños para convocar a una nueva revuelta social y pregonando su proyecto anárquico-comunista con el que ofrecen llevarnos muy pronto un escalón por debajo de Venezuela.
Las sociedades en vías de desarrollo se sostienen esencialmente en la división de poderes, en la seguridad jurídica y en la fiabilidad de su sistema judicial. Si uno de esos elementos del engranaje falla o sus resultados resultan cuestionables, el país se estancará en la pobreza y el atraso, pero si dos de estos elementos generan desconfianza o se malogran, nos ahogaremos definitivamente en el subdesarrollo y la miseria.
Después del octubre negro de 2019 y de este fatídico 2020 de pandemia, lo único que nos sacará adelante es el trabajo, la cooperación, el diálogo y la paz social, no las protestas violentas ni las paralizaciones ni los proyectos políticos caudillistas que fracasaron de manera estrepitosa durante el siglo anterior y que algunos trasnochados ahora pretenden resucitar.
En efecto, durante buena parte del siglo XX el terrorismo asoló a nuestros vecinos peruanos y colombianos. Hoy unos cuantos enajenados, autores confesos de varios delitos cometidos hace un año, anticipan nuevas revueltas y procesos de lucha social inspiradas en los postulados políticos de grupos delictivos de tendencia marxista, leninista y maoísta como Sendero Luminoso y el Movimiento Revolucionario Tupac Amaru (MRTA) en Perú, o las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC).
La justicia ecuatoriana, que lleva mucho retraso en las investigaciones, juzgamiento y sanciones para los autores, cómplices y encubridores de los delitos cometidos durante las protestas de octubre 2019, deberá investigar también esta nueva empresa que han puesto en marcha los mismos personajes. Ya no puede haber ni perdón ni olvido.