El poeta británico W.H. Auden era gay. Cuando se le murió en 1936 su compañero, lloró a fondo. He aquí su llanto:
“Para todos los relojes, corta el teléfono, / Arroja un jugoso hueso al perro a que no ladre, / Callen los pianos, con apagado tambor / Saquen el féretro, y vengan los dolientes.
Los aeroplanos den vueltas y giman en la altura / Garabateando en el cielo que Él ha Muerto, / Pongan crespón al blanco cuello de la paloma callejera, / Lleven los policías de Tránsito negros guantes de algodón.
Él era mi Norte, mi Sur, mi Este y Oeste, / Mi semana de trabajo, mi domingo y mi descanso, / Mi mediodía, mi medianoche, mi palabra, mi canción; / Pensé que el amor duraría por siempre: me equivoqué.
Las estrellas no sirven ya: apágalas una a una; / Empaqueta la luna y desmantela el sol; / Vacía el océano y tala el bosque, / Pues nada ahora vale para nada”.
¡Cuánta pasión y cuánta fuerza! El amor gay es montaña y mar, desierto y tempestad. Quien pintó la Capilla Sixtina, quien enduró aún más el mármol para esculpir la estatua de Moisés, El Duro, quien suavizó el mármol para mostrar al mundo la belleza y la fuerza del David, ingenioso vencedor de gigantes, quien convirtió el mármol en lágrima y dolor para crear La Pietá, -el hijo muerto cual mojada madeja en brazos de la madre, tejedora de ternura,- quien hizo todo esto fue gay. ¿Qué sería el Vaticano sin sus cardenales gay?
Dos genocidios,-en nombre de la moral al servicio del poder religioso, el uno; en nombre del Superhombre, el otro- fueron el exterminio de Sodoma y Gomorra por el dios de Israel y el exterminio de gitanos y gays por el dios del Nazismo.
¿Por qué tanta saña y mordisco a lo largo de la historia? Si Dios creó no solo el varón y la hembra; sino varones con cerebro y corazón de hembra; y esta con cerebro y corazón de hombre.
Si creó, en humorada cruel, al doliente transgénero avergonzado, desde el seno mismo de su madre. Estas líneas blasfemas dejan de serlo si aceptamos la hipótesis del origen genético de estas variedades humanas. ¿No hay acaso chimpancés gay, toretes gay? ¿Acaso estos animales lo hacen por falta de moral, por perversión de la conciencia, por construcción social de la manada?
Falta perspectiva y profundidad en el juicio anti-lgbt. El árbol no deja ver el bosque. El bosque es profundidad y espesor. La imaginación del anti-gay solo ve la superficie del acto sexual como hacen tantos filmes y chistes. No entran, sin embargo, en la profundidad y espesor de esos amores apasionados que han enriquecido a la humanidad, las ciencias y las artes.
Los lgbt han salido, por fin, del armario donde han vivido desde comienzos del género humano. Sus desfiles bulliciosos, irreverentes, a veces inmodestos, grotescos celebran la liberación tardía de la cárcel milenaria en que una sociedad miope los arrojó sin piedad. “You! hypocrite lecteur—mon semblable, –mon frére!”