El ex presidente Rafael Correa, como oficiante principal, y Ricardo Patiño y Gabriela Rivadeneira, como acólitos, llegaron a Caracas en plan de observadores de las elecciones legislativas, que no han sido reconocidas como legítimas por la Unión Europea, los EE.UU. y la mayoría de países de América Latina. Frente al rechazo de esa farsa, Correa replicó en defensa de ella: “Aquí hay soberanía y dignidad”.
Curiosa concepción de la soberanía y dignidad para juzgar al régimen político chavista en Venezuela que, según datos de la Acnur, ha expulsado ya a 5,4 millones de sus ciudadanos, que se hallan alrededor del mundo en condición de refugiados y migrantes, y de quienes se cuentan más de 800 mil solicitudes de asilo; a ellos se suman 2,5 millones bajo otras formas legales de estadía en las Américas.
Como el ex presidente se halla en su ático de Bélgica y prófugo de la justicia en el Ecuador, no ha visto a los venezolanos que mendigan en las esquinas de nuestras ciudades. “Nos fuimos porque nos amenazaron con matar. Mi hermano fue asesinado. A mí casi me matan también. Caminamos por once días y tuvimos que dormir a la intemperie”. Es el testimonio de Ana, una mujer venezolana en el Ecuador, entre miles de otras confesiones desgarradoras.
Uno de las naciones con mayor riqueza en el mundo por sus reservas petroleras ha llevado a emigrar a millones de sus hijos. Viva la soberanía (¿y el cordón umbilical del régimen con Cuba?). Viva la dignidad, con la economía destruida, la producción petrolera declinante, la inflación más alta del mundo, escasez de alimentos y medicinas y carencias en los servicios esenciales.
¿Soberanía y dignidad? Con la libertad de prensa aherrojada, la oposición perseguida y sin posibilidad de una participación política confiable, y con un ejecutivo dictatorial que ha eliminado la separación de poderes, una función judicial y electoral a su servicio y colectivos sociales manipulados que lo apoyan.
En las elecciones de la pasada semana solo votó el 31% del padrón electoral, un 40% menos que en las legislativas de 2015, cuando triunfó una Asamblea de oposición, que ha sido bloqueada y desconocida por Maduro con el subterfugio de la Asamblea Nacional Constituyente…
¿Soberanía y dignidad con la inseguridad y la violencia que sufren los venezolanos y el irrespeto a los derechos humanos?
Triste papel de observadores incapaces de ver la tragedia en el país hermano bajo la dictadura del chavismo y el poder militar que lo sostiene gracias a las prebendas y la impunidad frente a una abultada corrupción.
¿Observadores o cómplices? Cómplices que echan loas a la dictadura, se presentan ante el mundo como defensores de un modelo político fracasado, que ha causado tanto dolor, lágrimas y destrucción, pero que persisten en buscarlo para sus países.